Con 498 votos a favor y apenas 114 en contra, la Cámara de los Comunes aprobó la Ley que da permiso al Gobierno de Theresa May para el inicio del proceso de salida británica de la Unión Europea (el denominado Brexit). Tras un intenso debate de dos días, en el que cientos de parlamentarios opinaron sobre la conveniencia de activar ese divorcio, Downing Street impuso con facilidad su tesis de que el Parlamento debe respetar el resultado del referéndum celebrado el pasado 23 de junio, cuando un 52% de los británicos apoyó el Brexit.
Los diputados se pronunciaban sobre un proyecto de ley, de redacción escueta, que pedía su autorización para que la primera ministra notifique a sus socios, en virtud del artículo 50 del Tratado de Lisboa, la voluntad de Reino Unido de abandonar la UE e iniciar formalmente la salida. Pero el Gobierno ha querido desde el principio plantear el debate en unos términos reduccionistas que el ministro del Brexit, David Davis, resumió al abrir el martes el debate en la Cámara de los Comunes: “Lo que estamos discutiendo es una pregunta muy simple: ¿Confiamos en la gente o no?”.
Buscaba así apelar al dilema al que se enfrentan muchos diputados: la mayoría se opone al Brexit, pero los ciudadanos a los que representan votaron en junio, por un 52% contra un 48%, a favor de salir de la UE. El dilema afecta a muchos diputados del Partido Conservador, en el que el asunto europeo siempre ha sido más divisorio, pero la inmensa mayoría ha seguido la disciplina de voto. Es en el opositor Partido Laborista donde la votación de hoy puede tener efectos más destructivos.
Corbyn había obligado a sus diputados a respetar el resultado del referéndum -en el que él mismo defendió la permanencia- y votar a favor del proyecto de ley. Amenazado de rebelión, impuso a sus legisladores el máximo nivel de disciplina de voto. Poco antes de la votación, dos diputadas presentaron su dimisión del equipo oposición de Corbyn, que se suman a otro que lo había hecho antes. “Es una decisión muy difícil para el laborismo”, explica Keir Starner, portavoz del Brexit en el partido. “Dos terceras partes de nuestros diputados representan zonas que votaron por el Brexit. Los que nos piden que vayamos con el 48% que votó por la permanencia, nos piden que abandonemos a nuestro electorado”.
La decisión del laborismo de no bloquear el Brexit, a pesar de los rebeldes, garantizaba la mayoría favorable en la votación de hoy. Un total de 47 de sus 229 diputados votaron en contra de la activación del artículo 50. A ellos hay que sumar los 54 legisladores del nacionalismo escocés, ocho de los nueve liberal demócratas y otros pocos de partidos minoritarios.
En total, 114 diputados, casi una sexta parte de la Cámara. Entre ellos hay también un diputado tory: el veterano Ken Clarke, ex canciller de Exchequer con Thatcher y europeísta convencido, que pronunció ayer un emotivo discurso ante la Cámara recordando a un viejo colega, el diputado Enoch Powell, cuyas ideas ultranacionalistas quedaron para la historia en su infame discurso de los “ríos de sangre” en 1969. “Si estuviera aquí”, dijo Clarke, “incluso a él le asombraría ver cómo su partido se ha convertido en euroescéptico y antiinmigrante de esta extraña manera en 2016”.
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