Las huelgas repuntaron con fuerza en 2017. Los días perdidos por paros subieron casi el 53% el año pasado, y llegaron a 595.253; en ellas participaron 225.687 trabajadores, un 23,2% más. Este aumento se produce después del mínimo tocado el año anterior y devuelve la máxima expresión del conflicto laboral a los niveles de 2014 y 2013, respectivamente. Además, cuando se observan en detalle las motivaciones de esas huelgas, el crecimiento tuvo un carácter más ofensivo que defensivo, es decir, las protestas por lograr mejores convenios (salarios, jornadas) subieron muchísimo más que las convocadas frente a despidos.
Los salarios tuvieron que hacerle un hueco amplio al feminismo el Primero de Mayo. Pero la advertencia de los líderes sindicales sobre sueldos fue clara. “O hay reparto [de riqueza] y justicia social o hay conflicto social garantizado”, clamó Unai Sordo, de CC OO. “Este año no va a pasar como el pasado, no nos vamos a levantar de la mesa sin más [si no hay acuerdo]. Habrá movilizaciones crecientes, tantas como los trabajadores crean necesarias para empezar a repartir la riqueza”, abundó Pepe Álvarez, de UGT.
Pero ese conflicto ya empezó a crecer en 2017. El año pasado unos 95.000 trabajadores perdieron casi 250.000 jornadas de trabajo por protestas laborales “derivados del proceso de negociación colectiva”. La traducción de esa expresión que recoge la estadística del Ministerio de Empleo es que son causadas por desacuerdos en la negociación de convenios, es decir, en el escenario donde se disputan los salarios y su evolución.
Esas casi 250.000 jornadas perdidas suponen un 171% más que en 2016 y representan el 42% del total, frente al 23,7% del año anterior. La evolución fue mayor si se mide el conflicto de esta naturaleza por el número de participantes, un 235,4% más, y menos si se hace por convocatorias (729).
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