La industria exportadora española aguanta el tirón en uno de los años más complejos para su actividad. Ni la guerra comercial lanzada por EE UU, ni las negociaciones de salida de Reino Unido de la UE, ni el deterioro de algunos mercados compradores emergentes ni la apreciación del euro (que encarece la venta de bienes y servicios a otros países) evitaran que las exportaciones españolas cierren este año con un nuevo récord. En 2017 alcanzaron su máximo histórico, con 277.126 millones de euros, y este año superarán, según las previsiones de las compañías consultadas, los 280.000 millones de euros.
Juan Ramón Durán dirige la patronal de bienes de equipo Sercobe. Las compañías que la componen son las que más exportan de España y suman más del 20% de las ventas a otros países. Durán prevé que la cifra de negocio de las empresas del sector, entre las que se encuentran Técnicas Reunidas, Iturri, Gestamp, Honeywell, Fagor o Elecnor, entre otras, crecerá un 4% a finales de este ejercicio. “Incluso creemos que podemos superar esa cifra, pero preferimos ser cautos”, apunta en una entrevista con Cinco Días.
Las empresas ligadas a esta patronal facturan 57.500 millones, de los que el 73% va a mercados exteriores. En ese crecimiento ha tenido un peso fundamental la reorientación de las ventas a la Unión Europea, a donde se destinan el 57% de las ventas. “Sigue siendo nuestro principal mercado, pese a la desaceleración de la demanda en Alemania y Francia”, recalca Durán, que critica con dureza la guerra comercial iniciada por EE UU. “Los aranceles son malos tanto para los que los ponen como para los que los sufren”, recalca.
Los fabricantes de coches, que suman el 16,5% de las exportaciones españolas, también son optimistas en sus previsiones de cierre para el próximo año. Desde la patronal Anfac prevén que la producción apenas crecerá un 0,5% y que las ventas al exterior podrían cerrar con un alza del 0,9%. Todo un logro en un ejercicio con demasiados sobresaltos.
El principal ha sido la nueva regulación de emisiones, en vigor desde el pasado 1 de septiembre, que pilló a contrapié a los fabricantes y provocó que no tuvieran motores que montar y la posterior aplicación de expedientes de regulación temporales de empleo (ERTE). A todo ello se sumó una caída acusada de la demanda, la crisis del diésel y la apreciación del euro. Solo la planta de Volkswagen en Navarra producirá 10.000 unidades menos en 2018 y ha parado 11 días en lo que va de año. La de Ford en Almussafes paró 13 días la producción de motores y 9 días la de vehículos, mientras que PSA en Vigo planteó un ERTE de 50 días para 400 trabajadores.
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