El Banco Central Europeo compró 93.514 millones de deuda pública de España en 2016. Y el Tesoro público español emitió el año pasado un total de 221.364 millones. De éstos, 35.043 millones fueron deuda nueva y con el resto se abonaron vencimientos. Es decir, el BCE adquirió en 2016 el equivalente a casi la mitad de toda la deuda emitida o casi tres veces lo que aumentó el endeudamiento. La presencia de un comprador tan activo explica los tipos históricamente bajos a los que se está financiando el Estado.
Desde que comenzó su programa de compras en marzo de 2015, el BCE ha adquirido 150.333 millones de deuda pública española, según datos a 31 de diciembre. La cantidad es tan grande como para que en dos años el banco central se haya convertido en el mayor acreedor único del Tesoro con un 16,33% de los pasivos registrados a fecha de noviembre.
Estas compras masivas son el motivo de que el tipo medio de las nuevas emisiones del Tesoro se haya desplomado en 2016 hasta el 0,61%, un mínimo histórico nunca conocido. Pese a que el BCE no adquiera esa deuda directamente del Tesoro, sí que la compra luego en el mercado. Y comprar casi la mitad de lo emitido supone una presión brutal sobre el mercado: bancos, aseguradoras y fondos de pensiones están obligados a tener activos considerados seguros como la deuda pública. Y la política del BCE ha dejado seca la oferta. Hasta el punto de que empuja a los inversores a quedarse con deuda cuyas rentabilidades son negativas. El propio BCE ha tenido que ampliar el tipo de títulos que podía comprar para ser capaz de mantener su ritmo de adquisiciones.
Semejante ritmo se extiende por el conjunto de la zona euro. En todos los países se está comprando más de lo que aumenta la deuda, explica el analista de AFI Salvador Jiménez. Y eso implica que la entidad cada vez tenga una proporción mayor de la deuda pública europea.
Con tal de no acumular una cantidad excesiva, el consejo de gobierno del BCE se ha impuesto la limitación de no tener más de un 33% de lo emitido por un mismo país. Pero poco a poco se está acercando a esa frontera y a la fecha de final del programa: diciembre de 2017. Lo que subraya los riesgos que existen para aquellos agentes muy endeudados una vez el banco central empiece a aminorar de manera sustancial sus compras. Para entonces, España debería rebajar su déficit al 3,1% del PIB.
En opinión de los halcones alemanes, estas compras suponen una mutualización de la deuda por la puerta de atrás. Y se aferran a ello para exigir que se acabe el programa. “No hay una mutualización porque el BCE compra en igual proporción. No existe una transferencia de unos a otros”, defiende Jiménez. Cuando se pregunta a Mario Draghi por los riesgos de esta política, el presidente del BCE plantea qué hubiese pasado de no aplicarse. De hecho, durante un par de años la periferia sufrió las consecuencias de no ponerla en marcha. En cuanto se llega a un tipo de interés cercano a cero, no hay otra forma de estimular la economía y facilitar el desendeudamiento. Así lo muestran las políticas de compras de deuda emprendidas por la Reserva Federal, el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra, sostienen los defensores de la expansión monetaria.
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