Uno de los fármacos más conocidos de los últimos años, Sovaldi, para tratar la hepatitis C, ha curado a decenas de miles enfermos crónicos, y también ha sido clave para multiplicar por siete los ingresos de su fabricante, el laboratorio estadounidense Gilead en apenas una década. Pero no es la única compañía biotecnológica en el campo farmacéutico que ha disparado sus ventas. En los últimos 10 años, las seis mayores han engordado su facturación conjunta en más de 50.000 millones de dólares.
El rápido crecimiento del negocio de las conocidas como biofarmacéuticas ha convertido a estas compañías en un apetitoso bocado para las grandes compañías del sector. El último movimiento ha sido el del gigante Johnson & Johnson, que a través de su filial farmacéutica Janssen ha comprado la cotizada suiza Actelion por 30.000 millones.
La clave del éxito de estas compañías son los innovadores tratamientos de base biotecnológica. Eso significa desarrollar medicamentos a base de procesos biológicos, un áreaque ha despuntado en la última década gracias al mayor conocimiento en campos como la genética y la biología molecular. Los tratamientos, mucho más costosos de fabricar y de investigar que los tradicionales de síntesis química, han entrado en campos como el de la hepatitis C (enfermedades infecciosas), pero también en oncología y patologías inmunitarias.
En los últimos años, la adquisición de pequeñas y grandes compañías biotecnológicas (con algún esperanzador producto en su cartera de I+D) se ha convertido en un patrón de crecimiento básico para el sector, necesitado constantemente de innovaciones para llevar al mercado y abordar de forma más eficaz enfermedades como el cáncer, las patologías autoinmunes o el VIH. Para este año, los expertos calculan que el sector farmacéutico vivirá operaciones corporativas por cientos de miles de millones. Por eso, igual que en el caso de Johnson & Johnson comprando Actelion, estas compañías se colocan en el disparadero de los grandes laboratorios.
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