Madonna fue la estrella invitada el pasado miércoles del primer debate televisado ante las elecciones municipales de Lisboa del 1 de octubre. Las referencias a la cantante de Like a virgin fueron tantas que el moderador acabó despidiendo el programa diciendo que era como si ella hubiese estado presente. La estancia de Madonna de estos días en un hotel lisboeta a la espera de acomodarse en su nueva casa de Sintra simboliza el auge de la capital lusa como destino turístico internacional y representa también uno de los principales factores de la actual fase de crecimiento económico que, según las estadísticas, es la más intensa desde que empezó a circular el euro. Llega de la mano del Gobierno socialista que hizo bandera de dar marcha atrás a la austeridad a ultranza.
Tras revisar su estimación inicial de mediados de agosto, el Instituto Nacional de Estadística luso informó el pasado jueves que en comparación con doce meses atrás el PIB de Portugal creció un 2,9% en el segundo trimestre de este año, una décima más de lo que era el primer cálculo y también del dato del primer trimestre. Esta progresión del 2,9% en tasa interanual es la más elevada desde que el euro entró en circulación en enero de 2002, pues para hallar una mayor hay que retroceder hasta el cuarto trimestre de 2000, cuando el alza había sido del 3,8%. A partir de ahí comenzó lo que los economistas lusos llamaron la “década perdida”, en la que el país dejó de converger con la media de la Unión Europea. Fue el preludio de la bajada a los infiernos que conllevó la crisis financiera internacional que acabó con el rescate del país.
António Costa afirma que el alza del 2,9% del PIB muestra el éxito obtenido por su experimento político
A diferencia de lo que ocurre con otros estados de la periferia europea la actual bonanza adquiere un valor especial en Portugal, porque no ha disfrutado de una coyuntura similar desde inicios del siglo XXI. Y también porque está gobernado desde finales de 2015 por un gabinete en minoría del socialista António Costa, que mantiene un singular equilibrio entre cumplir los compromisos de estabilidad presupuestaria y dominar el Parlamento gracias a sus pactos con los comunistas y el Bloque de Izquierda, enemigos declarados de esas reglas europeas. El punto de compromiso consistió en una rápida anulación de las medidas de austeridad.
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