El precio de la electricidad que soportan los hogares españoles fue uno de los que más subió en la Unión Europea durante la primera mitad del año. Entre enero y junio, escaló un 5,1% frente al mismo periodo de 2016, bastante por encima del 0,5% que repuntó en la eurozona y del -0,5% que descendió en la UE. Además, el coste por 100 kilovatios hora sigue situado entre los más caros de Europa, antes y después de impuestos. Los expertos acusan al sistema de ser demasiado opaco.
El motivo de que suba tanto el precio de la luz en España reside en la sequía, apuntan fuentes del sector eléctrico. Los embalses están bajos. Se ha dado poco viento. Y eso ha provocado que se emplee menos la energía hidroeléctrica y la eólica, que son más baratas. Para sustituirlas, se ha tirado de las plantas de gas o ciclo combinado, que resultan más caras. Y salen aún más caras porque en otros países cuentan con gas o lo reciben de Rusia por tuberías. En cambio, en España se licúa, se transporta y luego se regasifica para su uso, de ahí que sea más oneroso. También cuesta más porque el gas cotiza referenciado al petróleo, cuyo precio se disparó tras el acuerdo de los países productores para limitar la producción.
Esas son las razones de este repunte. Pero la carestía de la luz viene de antes. Con impuestos incluidos, España registró un coste de 23 euros por 100 kilovatios hora en el primer semestre de 2017. Este precio solo fue superado por los 30,5 euros de Alemania y Dinamarca y los 28 euros de Bélgica. Y se encuentra en los mismos niveles que Irlanda, con 23,1 euros, y Portugal, con 22,8.
Sin impuestos, España figura como el país más caro junto a Irlanda y Bélgica. Sin embargo, según los expertos, esto se debe a que los costes de las renovables se cobran directamente a las empresas, mientras que en otros países se fija un impuesto específico. Por eso, esta comparativa resulta más desfavorable para España. En todo caso, el precio total incluyendo impuestos sale consistentemente siempre más caro que la media. Según fuentes conocedoras, el problema es que se han cargado sobre la factura de los hogares elementos que no deberían, aprovechándose de la opacidad.
Por ejemplo, los subsidios al carbón o la industria. También se están pagando todavía las renovables, en especial la fotovoltaica. Se decidió empezar con ellas cuando la tecnología todavía era incipiente y, por lo tanto, carísima. Para algunas fuentes pesa además mucho la regulación, y citan como ejemplo la retribución que se concede a la red de alta tensión.
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