Después de un año de recortes de producción petrolera por parte de la OPEP y Rusia, el crudo ha vuelto a alcanzar precios que no se veían desde hace dos años y medio, añadiendo presión al crecimiento del PIB. Si la bajada de los precios del petróleo en 2014 y 2015 supuso un fuerte estímulo para la recuperación de la economía en la salida de la recesión, ahora amenaza con cobrarse su venganza precisamente en un momento en el que el PIB entra en un proceso de ralentización, atenazado por la crisis catalana y la moderación del consumo.
La cotización del barril de Brent, de referencia en Europa, ya alcanza los 68 dólares, una cifra sensiblemente más elevada que el entorno de los 45-55 dólares en el que se movió a lo largo de la mayor parte de los dos últimos ejercicios. Es decir, un alza del 40% respecto a la media de los precios en 2016 y 2017, algo que ya se está transmitiendo a los precios de la gasolina y el gasóleo. Sin embargo, a tenor de las cifras vistas la última vez que el petróleo alcanzó esta cotización, el precio de los carburantes todavía podría seguir su escalada, hasta los 1,33 euros por litro en el caso de la gasolina y 1,2 euros por litro en el del gasóleo.
Así, si el Brent mantiene el nivel actual durante el conjunto del año, la gasolina y el gasóleo se encarecerán 11 y 10 céntimos por litro, respectivamente, desde la media del pasado año, elevando la factura de llenar el depósito en 3.830 millones de euros al año. Una cantidad que se restará del resto del consumo, lastrando el crecimiento de la demanda interna y la creación de empleo en 2018. Con ello, la subida de los precios del crudo podría mermar hasta en una tercera parte el crecimiento del consumo proyectado para el próximo ejercicio.
No obstante, hay muchos cálculos posibles respecto al efecto de la subida de los precios del petróleo sobre la economía española, ya que también hay que incluir la subida de los precios industriales (como los del sector químico, muy vulnerable a los vaivenes del crudo) o la pérdida de competitividad para un país que importa el 99,6% del petróleo y el gas que consume. El exministro Miguel Sebastián, por ejemplo, hizo célebre la fórmula de que una subida del petróleo de 10 dólares se traducía en un sobrecoste para España de hasta 6.000 millones de euros. Por su parte, el Banco de España cuantificó el impulso al PIB que supuso la anterior bajada en un punto porcentual repartido entre 2015 y 2016, una cifra que se empezaría a revertir a partir de este año.
Hay que tener en cuenta dos factores que agravan este efecto, por lo que el impacto final podría superar los 4.000 millones de euros. Por un lado, el consumo de productos petrolíferos, que se había moderado durante la crisis, giró al alza con fuerza con el descenso de los precios de los carburantes a partir de 2014. Por otro, los precios de los carburantes no reaccionan igual a las subidas y a las bajadas del petróleo. Los distintos organismos de Competencia han señalado en reiteradas ocasiones la existencia de un efecto de plumas (cuando los precios bajan, lo hacen poco a poco) y de cohetes (las gasolineras trasladan de golpe las alzas, para evitar perder márgenes). Y, a todo ello, hay que sumar la evolución de los costes logísticos y de refino a lo largo de estos años. Sin embargo, el euro se encuentra en una posición ligeramente más robusta que hace tres años, lo que puede atemperar en cierta medida el efecto de las alzas de la materia prima sobre el producto final.
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