La Comisión Europea reprocha a España la escasa eficiencia de su sistema de transferencias sociales. Hasta el punto de que, según el estudio de Bruselas, España es junto a Italia el país en el que las prestaciones menos ayudan a las rentas bajas. El motivo: en proporción a la riqueza del país, hay pocas ayudas para reducir la pobreza. El Gobierno considera que estos datos no son fieles a la realidad, al no incluir las prestaciones en especie que suponen la educación y la sanidad, gratuitas y bastante generosas en comparación con el resto de Europa.
Bruselas vuelve a la carga. Y esta vez no es por el incumplimiento de las metas de déficit público. Ahora hay una nueva agenda social sobre la mesa. Todavía existen muchas heridas que restañar fruto de la crisis. El crecimiento ayuda a sanarlas. Pero el crecimiento también hace más patente la desigualdad: mientras que los trabajadores cualificados mejoran sus condiciones laborales, los poco formados ven como el amplio número de parados sigue presionando a la baja sobre sus salarios. Pese a tratarse de la región del mundo con los mayores sistemas del bienestar, la nueva agenda europea que impulsa la Comisión busca asegurar el reparto de la prosperidad y, por ende, atajar los populismos. Así surge una nueva exigencia europea, una nueva vara de medir distinta del déficit o la deuda. Y según esta, España vuelve a ser un alumno rezagado.
En un documento publicado a finales del año pasado con datos de 2016, el Ejecutivo comunitario ya propinó un tirón de orejas a España, situándola a la cabeza de la desigualdad por renta de la UE. Ahora, en un informe divulgado el viernes, ahonda en la misma línea con cifras tomadas de toda una década: entre 2004 y 2014. Bajo el epígrafe La efectividad de la política fiscal en reducir la desigualdad de rentas en la UE: ¿Qué dicen los datos?, el informe concluye: “En la mayoría de los países miembros las transferencias sociales están en gran parte destinadas a las decilas bajas [en este caso una decila es dividir la población en función de sus ingresos en diez grupos, siendo el primer grupo el que menos renta tiene y el décimo el que más]. La decila inferior gana más de las transferencias sociales en Reino Unido e Irlanda y menos que en ningún otro país en Italia y España”. Evidentemente, esto es en términos relativos y no absolutos, es decir: en proporción a los ingresos que genera cada país.
Según los expertos, el motivo de este pésimo comportamiento de España radica en que el Estado español recauda poco en comparación con la media europea y, para colmo, sus impuestos son poco progresivos: “Los tipos efectivos suben poco conforme crecen las rentas”, dice Jorge Onrubia, investigador de Fedea. Otros analistas apuntan que las dos principales prestaciones, de paro y pensiones, se reconocen en función de lo que se ha cotizado y no de la necesidad que se tenga. Es decir, cuanto más se ha trabajado y cobrado, más se recibe del sistema. Por el contrario, existen pocas ayudas directamente dirigidas a combatir la pobreza, ayudar a las familias o dar acceso a la vivienda. Además, las ayudas sociales han sido entregadas a las comunidades autónomas y, en consecuencia, no son homogéneas y crean desigualdades entre territorios, afirma Onrubia. En conclusión, hay pocos recursos y se dedican más a los que ya tienen. Como explica el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós, “los gobiernos han demostrado una enorme sensibilidad ante las demandas de todos los grupos sociales”. No solo los que más lo necesitan.
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