En un mercado como el de la abogacía en el que los clientes están imponiendo el principio de «recibir más pagando menos», la gestión de los despachos de abogados se ha convertido en un factor estratégico que permite aportar a los mismos la ventaja competitiva necesaria para diferenciarse en el mercado y ser elegidos por los clientes.
Sin embargo, como destacó Alberto Dorrego, socio de Eversheds Sutherland, en una reciente mesa redonda organizada por Esade Law School y la Fundación Wolters Kluwer dedicada a este tema, gestionar una firma de abogados no es fácil, porque los abogados son profesionales muy individualistas, reacios a ser dirigidos. Además, la gestión requiere de unos conocimientos gerenciales específicos que los juristas no suelen poseer, por lo que se resulta muy recomendable acceder a esa formación.
Por otra parte, añadió Antonio Vázquez-Guillén, socio codirector de Allen & Overy España, la clave de una buena gestión de un despacho de abogados reside en la capacidad de liderazgo que ejerza quien esté al frente de la misma.
Ese liderazgo que, en palabras de Álvaro Sainz, socio principal de la oficina de Herbert Smith Freehills en Madrid, proviene de un profundo conocimiento del mercado, transmite a la organización la imagen de una firma en la que se puede confiar, porque ofrece seguridad en el buen resultado de su asesoramiento. Y la seguridad que transmite el abogado es, según varias encuestas, uno de los valores más apreciados por los clientes, generando ilusión entre sus integrantes.
En la gestión eficiente de los despachos es fundamental el papel de los socios, que como destacó Vázquez- Guillén, constituyen unidades de práctica en el seno de las firmas. Por ello, lo importante para el líder es evitar el síndrome que denominó «de la comunidad de propietarios» en el que cada socio atiende principalmente a su «propiedad». Es esencial, por ello generar una dinámica de trabajo en equipo, una cultura de trabajo en colaboración en la que debe haber tanto «hormigas» (abogados eficientes), como «lobos» (abogados comercialmente agresivos), de forma que ambos colectivos tiren de la empresa, pues en el equilibrio de esa proporción radica el éxito de los equipos.
José María Michavila, socio fundador de MA Abogados, destacó por su parte que aunque la abogacía es una empresa de servicios humanos, el factor que está cambiando realmente el sector es la llegada del «dato», por su capacidad de mejorar el conocimiento que luego debe aplicar el profesional. Esa parte del negocio, destacó, es claramente industrializable, en el sentido de que puede someterse a procesos de mecanización que permitan obtener buenos resultados, algo que está directamente relacionado con una buena gestión.
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