La reforma fiscal impulsada por la Administración del presidente norteamericano Donald Trump es la mayor que se ha producido en el país en los últimos treinta años. Su principal objetivo es favorecer la actividad económica en Estados Unidos en detrimento de la del resto del mundo.
En una economía globalizada como la actual, lo que suceda en Estados Unidos tiene inevitables consecuencias en el resto del mundo y en particular en los países de la Unión Europea. La economía estadounidense lleva nueve años creciendo y con esta reforma fiscal se pretende alargar este ciclo. Sin embargo, hay una importante incertidumbre sobre cuáles van a ser sus efectos incluso un cierto miedo a una posible inflación, que podría a su vez provocar una subida de los tipos de interés.
Una bajada de los impuestos directos es el eje fundamental de esta reforma. Para ello en el caso del impuesto sobre la renta de las personas físicas, además reducir los tipos de interés también se acota el tramo en el que se aplica el tipo de interés marginal del 37%, sólo a las rentas superiores a 500.000 dólares. En España sin embargo, el tipo marginal estatal es del 45 % y se aplica a las rentas superiores a los 60.000 euros, esa misma cantidad en Estados unidos tributaría al 22%.
En cuanto al impuesto sobre sociedades el tipo impositivo baja del 35 % al 21 %. Una medida que en principio resulta muy positiva para las empresas con sede en Estados Unidos, salvo para las empresas con créditos fiscales pendientes de compensar, principalmente entidades financieras, supone una reducción de sus activos propios ya que deben recalcular el deterioro de sus activos fiscales antes en base en base al 21% y no al 35 % como hasta ahora.
Tal y como destaca Miguel Ángel Sánchez, socio del área fiscal del despacho Hogan Lovells, “lo lógico es que el beneficio se grave allí donde se produce”. Antes de la reforma fiscal en Estados Unidos todos los beneficios tributaban allí donde se producían y después se deducían en Estados Unidos, estableciéndose un crédito fiscal por lo pagado fuera. Al ser el tipo impositivo del impuesto de sociedades del 35%, normalmente superior al de los demás países, las empresas preferían no distribuir sus dividendos en Estados Unidos.
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