El gasto público ligado a la vejez no ha cesado de crecer al tiempo que durante la crisis se destruían empleos y se reducían los salarios. A falta de cerrar los datos de 2017, la estadística de la Agencia Tributaria refleja que entre 2008 y 2016, la masa salarial se ha reducido un 8,3%. La suma de todas las nóminas ha pasado de 366.819 millones en 2008 a 336.938 millones en 2016. En este mismo período, la suma de todas las pensiones declaradas se ha incrementado un 33,4%. De 97.826 millones a 130.476 millones.
La ecuación refleja un panorama preocupante. El sistema español se fundamenta en la solidaridad intergeneracional. Los activos de hoy financian con sus cotizaciones las prestaciones de los jubilados con la confianza de que, en el futuro, también los activos les pagarán a ellos sus pensiones. El problema es que, con el sistema actual, los números no salen. La Seguridad Social presenta un desfase crónico. El sistema de pensiones registró un déficit récord de 18.800 millones de euros en 2017. El superávit del Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE) mitigó algo el desfase y rebajó los números rojos a 16.800 millones (un 1,6%) del PIB.
¿Significa esto que los pensionistas están condenados a registrar subidas exiguas de la pensión y a perder poder adquisitivo? No, necesariamente. Pero sí que significa que incrementar las prestaciones supone restar recursos de otras partidas, incrementar el déficit y la deuda pública o subir los impuestos. El Gobierno de Mariano Rajoy ya abrió la puerta a financiar las pensiones a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y el Pacto de Toledo analiza nuevas vías de ingresos. La idea de desviar recursos de otras partidas hacia las pensiones tiene un margen de recorrido escaso.
El 63,7% del gasto público total se destina a protección social, educación y sanidad. El pago de intereses, donde no hay margen de actuación, representa el 6,6% del total. Así, el Estado de bienestar y la deuda suman el 80% del total. El restante 20% se destina a justicia, defensa, seguridad, cultura, etcétera. No hay mucho margen.
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