Madrid y Cataluña, las dos comunidades de régimen común más ricas y dinámicas representan los dos extremos en el ámbito de los impuestos propios. La Generalitat de Cataluña es con diferencia la administración que más figuras tributarias nuevas ha ideado. En cambio, Madrid prácticamente no mantiene impuestos propios. En 2018, Cataluña aplica hasta 15 tributos particulares, cifra que podría ser aún mayor porque el Tribunal Constitucional ha tumbado hasta tres gravámenes autonómicos.
Los últimos datos de Hacienda reflejan que Cataluña recaudó 630 millones por impuestos propios en 2016, último año disponible. Es la comunidad que más partido saca a su competencia para crear nuevos hechos imponibles. Madrid solo aplica dos tributos propios: el impuesto sobre la instalación de máquinas en establecimientos de hostelería autorizados y el impuesto sobre depósitos de residuos. La región ingresó en 2016 por ambas figuras fiscales 4,6 millones. Siendo la comunidad más rica, es la que menos recauda por impuestos propios. Cataluña ingresa 134 veces más que las arcas madrileñas. Ello refleja que el potencial de Madrid para ingresar más o, visto desde otro punto de vista, el potencial de Cataluña para rebajar su presión fiscal.
Los datos reflejan dos maneras de hacer política fiscal. La Comunidad de Madrid, gobernada por el PP desde 1995, ha hecho bandera de los bajos impuestos. Madrid, beneficiada por la capacidad de la capital para atraer a multinacionales, por la composición de su PIB, con mayor peso del sector servicios, y por la política de inversión en infraestructuras, lleva años creciendo por encima de la media de España. Ello le permite mantener un nivel de ingresos suficiente sin necesidad de apretar demasiado las clavijas tributarias.
De hecho, Madrid no solo es la comunidad que menos recauda por impuestos propios, también fue la primera en prácticamente eliminar el impuesto sobre sucesiones y donaciones para familiares directos, mantiene el IRPF más bajo de España para todos los niveles de renta y es la única que ha renunciado a recaudar el impuesto sobre el patrimonio.
La Generalitat, en cambio, destaca por mantener la mayor presión fiscal en el IRPF para rentas bajas y medias. Cataluña fue de las comunidades que mayores números rojos registró al inicio de la crisis y respondió elevando impuestos y creando nuevas figuras tributarias. Además, las aspiraciones soberanistas también son un elemento que explica que la Generalitat recurra con mayor intensidad a tributos propios para asegurar un ámbito de fiscalidad autónomo.
Por ejemplo, el año pasado creó el impuesto sobre bebidas azucaradas, un hecho imponible que ya existe en países como el Reino Unido. Entró en vigor en mayo de 2017 y aportó 22,7 millones a las arcas de la Generalitat el ejercicio anterior. Si bien es pronto para evaluar su impacto, hay estudios que reflejan que la tasa sobre las bebidas azucaradas ha reducido el consumo en esta comunidad autónoma.
El Registro de Economistas Asesores Fiscales (REAF), órgano que pertenece al Colegio de Economistas, reclama una cierta armonización de la fiscalidad medioambiental, donde cada autonomía ha ido por libre.
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