En parte es lógico que sea así, la tasa de paro todavía es muy alta (16,7%), pero entre economistas y organismos internacionales como el FMI o la OCDE llama la atención y alerta casi a partes iguales. Y con los datos que este martes publicó el INE no hay motivos para pensar que estas opiniones vayan a cambiar.
El sueldo medio apenas creció un 0,2%, quedó en 23.156,34 euros anuales, y el mediano, el que divide el conjunto analizado en dos mitades iguales según el nivel de ingresos, también se redujo, hasta los 19.433 euros brutos.
Este es un claro síntoma (otro) de que la gran creación de empleo que se está dando en los últimos años —también se dio en 2016— es precario y barato. También de que dentro del mundo laboral no se reduce la desigualdad, puesto que quienes están en la mitad con salarios más bajos ganan menos y quienes están en la más alta gana más, tanto como para compensar el retroceso del escalón más bajo.
Lo mismo indica la marcha del salario más frecuente, que quedó en 16.497,4 euros y que vinieron a cobrar en torno a medio millón de asalariados. Este sueldo bruto es prácticamente el mismo que un año antes, cuando quedó en 14.498,4. Esta cantidad es también algo mayor, pero no mucho que justo un año antes (14.490 euros brutos).
La hipótesis de que el anémico comportamiento de los sueldos en los últimos ejercicios no está reduciendo desigualdad dentro del mundo laboral la se sostiene cuando se observa la evolución del índice Gini entre los asalariados. Este indicador, que mide la desigualdad con un termómetro entre 0 y 100 (también entre 0 y uno) en el que 0 en la igualdad absoluta y 100 más desigualdad máxima, se sitúa en el 34,3.
Este índice es el mismo que se marcó en 2015 y se sitúa cuatro décimas por debajo del que se alcanzó en 2014, ejercicio en que se situó en el máximo desde que comenzó la crisis en 2008. Cuando se compara con ese momento, en que empezó la primera recesión, la desigualdad medida según Gini sigue todavía 2,1 puntos por encima.
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