El Gobierno ultima el detalle del impuesto a las transacciones financieras, conocido popularmente como tasa Tobin. Según fuentes conocedoras de los borradores sobre la futura normativa, el Ejecutivo planea aplicar un impuesto a la compra de acciones por valor del 0,2% de la operación, siempre que se trate de títulos de compañías de gran tamaño. Quedará exenta la renta fija o deuda. La idea consiste en copiar el modelo de Francia, donde se arrancó con un tipo del 0,1% pero ahora se sitúa en el 0,3%. El objetivo de España consiste en recaudar cerca de 1.000 millones. Esta es una de las medidas que se presentarán para cumplir con el ajuste de 5.000 millones que exige Bruselas en 2019.
También quedarán exentas las salidas a Bolsa (OPV), las liquidaciones de los creadores de mercado, los bonos convertibles en acciones y los derivados. Por otra parte, se está intentando buscar más bases con las que engordar la recaudación: en Francia, por ejemplo, ya se ha aplazado en varias ocasiones que tributen las operaciones intradía —aquellas que se hacen y deshacen en el día— aduciendo problemas técnicos. Aunque con poco éxito, en Francia también se intenta gravar el high frequency trading (la compra de títulos que se decide automáticamente por ordenador mediante algoritmos), o los seguros de impago (CDS) cuyos compradores no posean el activo que cubren.
Aunque el documento final está muy cerca de cerrarse, las negociaciones políticas y la búsqueda de mayores ingresos pueden aún condicionar el diseño final. Así, Podemos ha reclamado con insistencia penalizar los derivados. Sin embargo, se ha razonado que muchos prestan coberturas de riesgo legítimas, y que resultaría muy fácil desviarlas a otras plazas financieras, perdiendo esa área de negocio. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se ha mostrado en contra de castigarlos. En general, ha cargado contra este impuesto en todas sus versiones en cada uno de los borradores. Incluso su presidente, Sebastián Albella, declaró en público que existía un riesgo de deslocalización y que podría tener consecuencias “lesivas”.
La llamada tasa Tobin se ideó como un instrumento con el que frenar las operaciones financieras especulativas. El economista John Maynard Keynes ya la propuso para las acciones. Y luego el premio Nobel de Economía James Tobin lo elaboró para atajar la volatilidad de las divisas. Pese a que el propio Tobin la censuró como forma de aumentar la recaudación, pronto los Gobiernos la usaron para buscar más ingresos. Uno de los primeros fue Suecia en 1984. Allí la iniciativa fracasó. El volumen de negociación se hundió un 30% en unos dos años, y un lustro más tarde se suprimió.
No obstante, se ha aprendido la lección y se ha buscado que el tipo sea un porcentaje pequeño que provoque menos distorsiones. Ya se ha puesto en marcha en países grandes como Francia e Italia. “En Francia se cobra al cierre de la jornada. Se trata de un coste más que se tiene asumido. Aunque es cierto que en el primer año cayó el volumen contratado sobre un 10%, no se considera que haya supuesto un obstáculo insalvable”, explica un agente que opera en los mercados galos.
Los críticos esgrimen que solo debe aplicarse si se hace en el resto de los países de la zona euro, precisamente para evitar deslocalizaciones. “España no es Francia o Italia. Compite con plazas más pequeñas que no tienen el tributo. Las finanzas son globales y resultan difíciles de gravar”, dicen fuentes del mercado.
Pese a haber prometido un impuesto a la banca, el presidente Pedro Sánchez desechó el tributo después de que la presidenta del Santander, Ana Botín, amenazase con trasladar fuera del país la sede de la entidad. Así que Sánchez necesita ahora un tributo con el que pueda decir que grava a los bancos.
Powered by WPeMatico