El presidente del BCE, Mario Draghi, insistió hoy en su discurso relativamente optimista sobre la zona euro, aunque también lanzó el mensaje de que la institución sigue dispuesta a hacer lo necesario y a reabrir su caja de herramientas de política monetaria en caso de que el incierto contexto actual se vuelva más sombrío. Al término de la reunión que mantuvo hoy en Fráncfort el BCE, y en la que se han mantenido los tipos de interés en el 0%, Mario Draghi se movió una vez más en el difícil equilibrio entre dar continuidad y coherencia a las decisiones de la institución y a su diagnóstico de la zona euro y responder a una actualidad cambiante y cada vez más tensa.
La última y más reciente complicación para el BCE es el desafío presupuestario lanzado por Italia, ahora en abierto conflicto con la Comisión Europea por su indisciplina fiscal. Y este nuevo frente, que estalló esta semana con el rechazo sin precedentes de los Presupuestos italianos por parte de Bruselas, se suma a la amenaza de un brexit sin acuerdo, a la tensión comercial y las dudas sobre el crecimiento chino y a las claras señales de menor crecimiento de la zona euro.
Sobre la situación económica de la zona euro, Draghi ha querido dejar claro que es un momento de crecimiento más débil pero no de desaceleración. Y mencionó que hay aspectos específicos de cada país, como por ejemplo el peso de la industria del automóvil en Alemania y el efecto de menores exportaciones, que complican hacer una valoración global. Reconoció la dificultad de discernir si se trata de una debilidad puntual o no o que pueda generalizarse y de valorar el alcance que los temores relacionados con Italia, el brexit o la guerra comercial puedan tener en el consumo y la inversión. «No consideramos en este momento un cambio en la visión de los riesgos», ha asegurado Draghi, para recordar a continuación que la reunión de diciembre será el momento para actualizar las previsiones económicas y ajustarlas si fuera necesario
Respecto a Italia, el presidente del BCE señala que «no hay señales de contagio» al resto de la zona euro, aunque no ha negado esa posibilidad. Y ha mostrado su confianza en que haya un acuerdo entre el Gobierno italiano y la Comisión Europea, una idea a la que se ha sumado el presidente de la Comisión Europea Vladis Dombrovskis presente hoy en la reunión del BCE. Draghi ha recordado los efectos nocivos de un encarecimiento de la deuda soberana italiana, que se traduce en primer lugar en un mayor coste de financiación, que acaba por influir en el crecimiento y por dejar un menor margen para la expansión fiscal. Draghi ha certificado además que el coste del crédito a empresas y particulares en Italia ya se ha encarecido en el tercer trimestre. Y como antídoto con el que rebajar la prima de riesgo italiano, que estos días es motivo de inquietud para los bancos del país, Draghi cree necesario, en primer lugar, «rebajar el tono y no poner en cuestión el proyecto europeo».
Pero tras exponer el diagnóstico del BCE sobre las amenazas que ahora afronta la zona euro, y que no son motivo para Draghi para modificar la hoja de ruta de la institución, el banquero italiano también ha lanzado un mensaje de calma a los inversores, al recordar el margen de maniobra con el que cuenta la institución si fuera necesario. Draghi ha recordado que la política monetaria del BCE va a seguir siendo muy acomodaticia gracias a la reinversión de los vencimientos, incluso después del fin de las compras netas de deuda, que terminarán definitivamente este mes de diciembre.
“Seguimos teniendo herramientas con las que responder a posibles contingencias”, insistió Draghi, para aclarar después que no se debatió sobre el uso de ninguna de ellas. La más clara y la única dirigida a un país en concreto, según reconoció el presidente del BCE, es el programa OMT, por el que se puede prestar ayuda a un país siempre que la solicite y esté dispuesto a aceptar una serie de ajustes y reformas.
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