El pasado mes de septiembre, la firma española Jausas anunció su integración en la británica Fieldfisher. La operación, aunque afecta a dos bufetes de la franja intermedia del sector (middle-market), pone en evidencia que España sigue siendo una plaza atractiva para los despachos internacionales; en especial, los anglosajones.
El de Fieldfisher no es el único desembarco que se ha producido recientemente. En los últimos dos años también se ha materializado la llegada de la estadounidense Andersen Tax & Legal y la británica Pinsent Masons. La primera hizo su entrada en nuestro país incorporando a su estructura a Olleros Abogados. La segunda apostó por la apertura de una oficina propia, que nutrió incorporando un equipo procedente del despacho Ramón y Cajal.
Matrimonios como el de Fieldfisher-Jausas o el de Andersen-Olleros satisfacen intereses complementarios. Por un lado, la firma extranjera logra introducirse en una nueva jurisdicción sin tener que afrontar el costosísimo proceso de abrir oficinas y fichar abogados locales. Además, arranca heredando la reputación y la cartera de clientes de la organización adquirida, dos factores clave para el éxito en el sector.
¿Qué gana el bufete local? “La conexión y la venta cruzada con otros países; formar parte de una marca más conocida y reconocida; y, además, dar una carrera internacional a nuestros profesionales”, responde Jaime Olleros, socio director de Andersen en España. Aunque pueda parecer menor, el último aspecto es muy relevante porque el buen abogado es muy difícil de retener.
La aridez de emprender la aventura en solitario también tiene sus ventajas, como apunta Diego Lozano, socio director de la oficina en Madrid de Pinsent Masons. “Integrar dos estructuras es muy complejo. Partir de cero hace más sencillo definir la estrategia, los sectores de actividad o el tipo de profesional que buscas”. Y es que la adaptación a la disciplina y exigencias que imponen las matrices anglosajonas suele crear fricciones con las organizaciones locales habituadas a la autonomía en su funcionamiento y toma de decisiones.
Más allá de la fórmula de entrada, lo cierto es que en el sector legal se impone la idea de que aún quedan despachos por venir. “Los que más preocupan son los estadounidenses, más aún que los ingleses”, asevera Eduardo Berché, decano de ESADE Law School. Un diagnóstico que comparte Carlos de la Pedraja, vicedecano de IE Law School, para quien el aterrizaje de nuevas firmas anglosajonas “es no solo posible, sino previsible”. Y lo justifica con el dato de que, de los 15 mayores bufetes norteamericanos por facturación, los que tienen presencia en nuestro país son menos de la mitad. De entre los británicos, prácticamente todos los grandes disponen ya de oficina en España. No obstante, ambos creen que el Brexit puede empujar la llegada de alguno más, por la necesidad de reforzar su posición en la Europa continental.
El socio director de la consultora Legal Reputation, Carlos García León, confirma que en la actualidad hay “muchos despachos norteamericanos y británicos sondeando el mercado español”. Y sugiere que los movimientos no tienen por qué provenir necesariamente de las firmas más grandes.
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