La tregua comercial firmada entre EE UU y China no ha servido para alejar los fantasmas de desaceleración económica. Si bien las Bolsas reaccionaron al nuevo acuerdo con subidas moderadas, el mercado de deuda sigue siendo la opción preferida de los inversores en un escenario marcado por la incertidumbre. Lo acontecido ayer fue una buena muestra de ello.
Aunque la caída de los rendimientos fue generalizada, la periferia europea brilló con luz propia y aquí la deuda española ocupó un lugar privilegiado. La rentabilidad del bono con vencimiento en 2029 marcó un nuevo mínimo histórico y cerró por debajo del 0,3%. El nombramiento de Christine Lagarde como sucesora de Mario Draghi al frente del BCE se ha convertido hoy en un nuevo aliciente para los descensos de las rentabilidades. Los expertos e inversores dan por hecho que la hasta la fecha gerente del FMI continuará la senda marcada por el banquero italiano. Es decir, que los tipos bajos y medidas ultralaxas seguirán acompañando al mercado. Esto es suficiente para que los rendimientos del bono español a diez años se sitúen al filo.
En el último mes y medio la aversión al riesgo sumada a los mensajes lanzados por los bancos centrales, que están dispuestos a aplicar nuevas medidas de estímulo monetario, ha acelerado la compra de bonos por parte de los inversores. Tal es así que el español a diez años ha pasado del 0,87% que marcó el 17 de mayo (en ese momento el nivel más bajo desde 2016) a situarse en el 0,22%, unos niveles que hace unos meses parecían impensables.
Los mínimos se extienden a lo largo de la curva de deuda española. El bono a dos años bajó al -0,5%; el cinco años, al -0,3% y, por primera vez en la historia, la deuda a siete años perforó la barrera del 0% (-0,08%). Esta evolución pone de manifiesto que a pesar de las fuertes revalorizaciones registradas por el mercado deuda en los dos últimos meses, los inversores están dispuestos a seguir exprimiendo el rally y dejar para más tarde la recogida de beneficios.
A las dudas que genera el acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping y la moderación del tono por parte del BCE y la Fed se añadieron ayer las noticias procedentes de Italia. Roma y sus desequilibrios macroeconómicos se sitúan en el punto de mira de Bruselas. El déficit y la deuda son las grandes preocupaciones de la Comisión Europea. Pero puede que después de meses de desavenencias, las aguas vuelvan a su cauce.
El Gobierno italiano se plegará a las exigencias europeas y rebajará su objetivo de déficit al 2% del PIB frente al 2,4% que anunció en abril. Con ello Italia lograría esquivar la multa de 3.500 millones que estudiaba Bruselas por el exceso de deuda. Para lograrlo el Ejecutivo que conforman 5 Estrellas y La Liga cuenta con varios recursos: el aumento de ingresos unido a la contención de gastos y el uso de los 1.500 millones de euros que el país preparó para el programa de ayudas sociales.
Los inversores se lanzaron a la compra de deuda transalpina. Si bien los rendimientos italianos habían estado sostenidos hasta el momento por el BCE, ayer la vuelta de la confianza fue la que explicó el recorte de las rentabilidades. El bono italiano con vencimiento en 2029 se sitúa hoy en el 1,66%, niveles de octubre de 2016. Por su parte, la deuda con vencimiento a cinco años cae del 1% (0,93%) mientras que la que vence en 2021 alcanzó entra en terreno negativo (-0,05%)
Las caídas de los rendimientos no se limitaron a Italia y España si no que se extendieron al resto de la periferia, con Grecia incluida. El bono portugués a 10 años baja al 0,29%, nuevo mínimo histórico, mientras el griego a 10 años se sitúa en el 2%, muy lejos del 19,2% que marcó en plena crisis de deuda.
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