El BCE no apretó hoy el botón, pero dejó listos los preparativos para hacerlo en septiembre. No movió el tipo de la facilidad de depósito, en el -0,4%, ni tampoco el de referencia, en el cero desde marzo de 2016. Introdujo sin embargo cambios significativos en el comunicado posterior a la reunión del Consejo de Gobierno, mucho más extenso de lo habitual y en el que ya se recogió de entrada la determinación de tomar medidas para elevar una inflación “persistentemente” baja.
No hizo falta esperar a la rueda de prensa para que Mario Draghi diera pistas de sus próximos pasos: el propio comunicado ya señala que el BCE estudia la posibilidad de adoptar un sistema que mitigue el impacto de los tipos negativos en los bancos y la reanudación de las compras de deuda.
El presidente del BCE no ofreció detalles concretos. De hecho, reconoció que hay discrepancias en el Consejo de Gobierno sobre las medidas que deberían aplicarse, aunque sí apuntó que la visión es unánime sobre la actual situación económica de la zona euro. “Es cada vez peor en el sector manufacturero, especialmente, y cada vez peor en aquellos países donde la industria manufacturera es muy importante”, señaló Draghi, en clara alusión a Alemania e Italia. El presidente del BCE apuntó además al efecto contagio que ese deterioro en la industria tiene en el conjunto de la zona euro donde, por otra parte, sí aprecia señales de fortaleza en el empleo y, sobre todo, en los sectores de servicios y construcción.
Draghi destacó que la incertidumbre geopolítica y el creciente proteccionismo –sin citar a EE UU y las políticas de Donal Trump– están dañando la confianza en la zona euro, con el sector industrial como el eslabón más débil. Pero evitó dar la réplica a Trump y sus acusaciones de estar debilitando a propósito al euro con sus estímulos monetarios. Después de todo, en un momento de tensión comercial a nivel global, una divisa débil se convierte en una ventaja exportadora, si bien Draghi defiende a capa y espada que el único mandato del BCE es la estabilidad precios, un objetivo muy lejos de haber alcanzado. Recordó que hay consenso entre los bancos centrales en no entrar en un proceso de devaluaciones. “Nuestro mandato es la estabilidad de precios, no el tipo de cambio”, insistió Draghi, que también fue muy claro en reconocer que lo que ven en los datos de inflación, y en las expectativas de precios, “no nos gusta”.
Así, en el cambio de rumbo que promete desembocar en nuevos estímulos en la reunión del 12 de septiembre, el BCE ha comenzado por modificar el horizonte sobre su política de tipos. Señala ahora que espera que se mantengan en los niveles actuales o por debajo al menos hasta la primera mitad de 2020. A diferencia de lo apuntado en la reunión de junio, el BCE introduce por tanto un importante matiz al apuntar por primera vez, que los tipos podrían ser inferiores al nivel actual en los próximos meses.
El comunicado añade que estudia todas las opciones para cumplir con su objetivo de estabilidad de precios, incluido un sistema para mitigar el impacto en los bancos de los bajos tipos de interés y una posible reanudación de las compras de deuda. “Hay que esperar a las previsiones económicas antes de tomar decisiones que pueden ser complejas”, avanzó Draghi. Septiembre es el momento en que el BCE revisará sus previsiones de crecimiento e inflación y es el momento en que los analistas prevén que la institución active nuevas medidas. La probabilidad que los futuros dan a un recorte de 10 puntos básicos en la facilidad de depósito en septiembre se disparó hoy al 80%.
El presidente del BCE no abordó en rueda de prensa la cuestión de cómo resolver el problema de los límites actuales a la compra de bonos si se activa el QE, que marca que la institución no puede tener más del 33% de la deuda de un emisor o una emisión. Ni detalló cómo se podría aplicar el sistema de tiering, por el que se exime parcialmente a los bancos de la penalización por su exceso de liquidez. “Hay que dejar a los comités que trabajen”, añadió. La falta de concreción fue precisamente motivo por el que, tras el repunte inicial, el precio de las acciones bancarias y los bonos soberanos se desinflaran.
Mario Draghi también hizo un llamamiento, más insistente que en otras ocasiones, a los gobiernos de la zona euro para que impulsen políticas de crecimiento. “La política monetaria ha hecho mucho y lo sigue haciendo, pero la política fiscal debe ser más importante ante el deterioro económico”, advirtió. Evitó apuntar a países concretos, aunque se da la paradoja de que países como Alemania, con sobrado margen de maniobra parar elevar su gasto público, se resisten a hacerlo. Mientras otros con clara voluntad de gastar más, como Italia, se encuentran con la firme oposición de Bruselas.
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