Este es un momento peligroso para la UE. Aunque asegura estar preparada para un Brexit sin acuerdo, todos sabemos que no es verdad. La Comisión Europea se ha preparado a un nivel técnico. Pero esta no es la clase de preparación que más importa.
Los líderes de la UE todavía no han preparado a sus votantes para el impacto económico que supone que un gran país de la UE abandone la unión aduanera y el mercado únido de la noche a la mañana. La UE hace bien en no caer en las provocaciones del nuevo primer ministro británico ya que van dirigidas a los británicos. Ahora que el resto de economías europeas sufre una fuerte ralentización, se deben preparar para la conmoción que supone un Brexit duro.
Yo aconsejaría a los líderes de la UE que se miren al espejo y piensen si su determinación para mantener la salvaguarda irlandesa seguiría en pie en las horas antes de la fecha límite. Una cosa es pedir solidaridad con Irlanda como principio y otra decir a los empleados de las fábricas expuestos a perder su empleo que este es un precio que vale la pena pagar.
En la dura postura negociadora se dio por hecho que había un cero por ciento de posibilidades de una salida sin acuerdo. Ya he dicho con anterioridad que esta postura resultaba complaciente. Las posibilidades en ningún momento estuvieron cercanas al cero. Aumentaron cuando Boris Johnson salió vencedor en la disputa por el liderazgo del Partido Conservador. Nunca hubo mayorías en Westminster para las alternativas que albergaba la legislación europea: la ratificación de un acuerdo de salida o la revocación unilateral del Articulo 50 por parte de Reino Unido. Y la consecuencia inesperada de la campaña a favor de la celebración de un segundo referéndum fue aumentar aún más la posibilidad de un no-deal.
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