La desaceleración es un hecho. Los datos macro dados a conocer esta semana no hacen más que confirmar que la economía de la Unión Europea ha frenado su ritmo de crecimiento respecto a 2018. Y lo ha hecho más de lo esperado, hasta el punto de que Alemania, la mayor potencia de la eurozona, corre el riesgo de entrar en recesión.
La contracción del PIB germano en un 0,1% en el segundo trimestre ha hecho saltar las alarmas en el Gobierno conformado por los conservadores de la CDU y los socialdemócratas del SPD, hasta el punto de que, según Der Spiegel, en el Ejecutivo de coalición se esta estudiando la puesta en marcha de estímulos fiscales aunque ello suponga un aumento de la deuda pública.
La gestión de la economía alemana se ha caracterizado desde hace un lustro por un estricto cumplimiento de la regla fiscal impulsada por el ministro de la CDU Wolfgang Schaeuble en 2014 para garantizar la estabilidad presupuestaria. El actual responsable de la cartera de finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, también ha respetado dicha regla. No obstante, aprobar aumentos de gasto que eleven el déficit público pondría fin a una etapa de escrupuloso respeto por el equilibrio entre ingresos y gastos.
Desde el estallido de la crisis financiera en 2008, Alemania ha cerrado cinco ejercicios con superávit presupuestario. El déficit más elevado registrado en este espacio de tiempo fue precisamente el del año pasado, cuando las cuentas públicas cerraron con un desfase del 1,7%.
Durante gran parte de este periodo, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como varios socios de la eurozona han reclamado al país presidido por Angela Merkel que incremente su gasto, ya que esto también tendría un efecto positivo en la actividad económica de toda la unión monetaria.
La canciller germana se ha mantenido hasta el momento firme en sus convicciones. De hecho, el martes afirmó que no ve necesario lanzar un paquete de estímulos para alejar el fantasma de la recesión. En su lugar, apuntó que Alemania mantendrá su apuesta por un nivel elevado de la inversión pública. Según datos de Eurostat, el gasto público de Alemania representa un 43,9% de su PIB, dos puntos por debajo de la media de la eurozona, que se sitúa en el 45,8%.
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