Así lo afirma el estudio ¿El desempleo daña la salud mental?, elaborado por varios investigadores del CSIC y profesores de las universidades de Barcelona y Queen Mary de Londres, presentado este lunes por el Observatorio Social de La Caixa. El informe, que responde a la pregunta de forma afirmativa, cruza datos de la Encuesta de Población Activa y de la Encuesta Nacional de Salud de 2006 y 2011, y coge como referente el sector de la construcción, uno de los que más sufrieron las consecuencias de la recesión en España, acaparando una tercera parte de los casi cuatro millones de despidos que se sucedieron.
“En ese periodo, cada vez que la tasa de desempleo de la construcción aumentaba 10 puntos porcentuales, los desórdenes mentales relatados por los trabajadores expulsados del sector crecían alrededor de tres puntos”, explica Lidia Farré, profesora de la Universidad de Barcelona e investigadora asociada del IAE-CSIC, MOVE e IZA. En esos años, el desempleo en la construcción pasó del 6% al 24%, y en la misma franja, el porcentaje de expulsados del sector que declararon haber tenido este tipo de trastornos aumentó casi seis puntos porcentuales. “Siempre ha sido complicado poder definir una relación causal entre paro e inestabilidad mental. Pero el colapso de la construcción y sus consecuencias nos permiten encontrar ese vínculo”, prosigue la docente.
Los investigadores, además, han tomado en consideración otro elemento fundamental para entender los estragos del paro en la salud mental: el desempleo de larga duración. En 2006, tan solo el 2% de la población activa había experimentado períodos de desempleo superiores a dos años. En cambio, en 2011, este grupo se había casi cuadruplicado hasta rozar el 8%. “Esto es clave. El tiempo que transcurre es muy importante cuando hablamos de salud mental y trabajo”.
Con todo esto, y teniendo en cuenta los datos acumulados de 2006 a 2011, el impacto del desempleo en la salud mental es incuestionable, afirma Farré. Así, mientras que solo un 4,2% de las personas ocupadas pensaban que no estaban desempeñando un papel útil en la vida, el porcentaje ascendía al 16,3% en el caso de los desempleados. De igual forma, un 4,2% de los primeros no se sentían razonablemente felices, cifra que subía al 12,1% en el caso de los segundos. Los problemas de autoestima también se recrudecen: el 2,3% de los empleados pensaban que no valían para nada, frente a un 7,8% de los parados. “Tener trabajo obliga a unas rutinas y unas responsabilidades, y cuando todo esto se cae y la situación se prolonga, los problemas de confianza en uno mismo crecen”, explica la experta.
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