La inestabilidad política y el uso electoral de esta figura han provocado que su número se hunda a mínimos desde el 2001, con 2.639 sociedades a cierre de agosto. Las grandes fortunas han puesto pies en polvorosa y han ido huyendo de uno de los instrumentos clásicos para mejorar su factura fiscal. En 2015, todos los partidos hicieron campaña con las sicavs, y desde diciembre de ese año su patrimonio ha caído un 15,3% y su número, un 22,6%.
Los cierres se han acelerado desde que se celebraron las elecciones del 28 de abril, con 44 anuncios de liquidación, fusión o transformación en sociedades anónimas o limitadas. En lo que va de septiembre, el número de sicavs que han tirado la toalla, según han comunicado a la CNMV, suma ya nueve.
Cierto que una sociedad limitada o anónima al uso tiene que pagar el impuesto sobre sociedades, si bien aquellas de nueva creación y que realizan actividades económicas tributan al 15% los dos primeros años en que logren beneficios. Las sicavs gozan de las mismas prebendas que los fondos de inversión, de manera que pagan un 1% en Sociedades, si bien el accionista deberá tributar en el IRPF al porcentaje correspondiente, que ahora se sitúa entre el 19% y el 23%, cuando venda su participación y logre plusvalías.
Uno de los puntos recogidos en las propuestas del PSOE tras entablar conversaciones con varios colectivos se refiere a las sicavs. “Ejerceremos un mayor control sobre las sicavs, de modo que la Agencia Tributaria pueda regularizar fiscalmente aquellos casos en los que no se cumplan los requisitos que establece la normativa financiera”. En 2005, el Ministerio de Economía, dirigido por Pedro Solbes, decidió que fuera la CNMV quien vigilara si las sicavs cumplían con los preceptos para disfrutar de la baja tributación, dejando fuera a la Agencia Tributaria.
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