Los bancos centrales han inundado de liquidez el mercado durante la última década, aunque desde hace algo más de una semana tal abundancia queda lejos de ser suficiente en el gigante mercado monetario de Estados Unidos. Las entidades obtienen en él efectivo al plazo de un día a cambio de dejar en garantía activos seguros, mayoritariamente deuda soberana estadounidense. Pero el pasado martes 17 sucedió algo que no ocurría desde hace una década, cuando el estallido de Lehman Brothers hizo saltar por los aires del mercado interbancario.
El tipo de interés del mercado de repos se disparó al 10%, más de cinco veces el nivel del precio actual del dinero en EE UU –en una banda de entre el 1,75% y el 2%–, lo que obligó a la Fed a inyectar liquidez para estabilizar los precios. Era la primera vez en una década que proporcionaba liquidez directamente en el sistema, reemplazando a los bancos, una actuación que ha tenido que realizar de forma sucesiva durante la siguiente semana.
El repentino incremento de los tipos de interés a más cortísimo plazo, motivado por una fuerte demanda de liquidez, hizo pensar por momentos en algún tipo de emergencia, en un apuro extremo de efectivo capaz de evocar los fantasmas de Lehman. Tal repunte tuvo que ver con la necesidad de efectivo de las empresas estadounidenses para pagar impuestos y de las entidades para responder al pago de las voluminosas emisiones del Tesoro estadounidense. Además, el nerviosismo se había acentuado justo la víspera con la fuerte subida del precio del petróleo provocada por el ataque a refinerías de Arabia Saudí.
Los expertos descartan sin embargo que las nuevas inyecciones de liquidez de la Fed con las que estos días estabiliza el mercado monetario sean la antesala de otra crisis. “La tensión persistiría en el corto plazo de no ser por la intervención de la Fed, pero no creemos que sea un riesgo sistémico”, señalan en Goldman Sachs. “No vemos signo de estrés del mercado financiero relacionado con la disminución de préstamos interbancarios”, añaden en Pictet WM. Y apuntan a otra dirección, a la necesidad que afronta la Fed de retomar el aumento de su balance con nuevas compras de deuda.
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