Los letrados ya no solo compiten entre ellos, sino también con otros operadores que, tras ver el potencial del sector legal, se han lanzado a morder la tarta del negocio jurídico. El último ha sido el gigante tecnológico Amazon, que acaba de desembarcar en el mercado legal estadounidense con IP Acelerator, un producto para empresas que quieren obtener protección y registro de marca de forma rápida y barata.
La abogacía low cost provoca sentimientos encontrados. Por un lado, están los que denuncian el riesgo de uberizacion de la profesión, con la participación de operadores que no sometidos a control deontológico o colegial. En el bando contrario, los que defienden que el sector tiene que modernizarse, dejar el corporativismo, y adaptarse a la nueva realidad: servicios cada vez más fragmentados, sana competencia y uso de tecnología. El asesoramiento legal ya no es un monopolio de los abogados, dicen.
Para empezar, habría que definir qué significa ser un abogado low cost y bajo qué modelos de bajo coste funcionan los distintos operadores en el mercado legal español. Junto a firmas que ofrecen precios competitivos gracias a la especialización y estandarización de determinados procesos, como reclamaciones aéreas o bancarias, hay gran variedad de proveedores legales.
Muchos profesionales rechazan la connotación negativa del término low cost. El precio puede ajustarse, afirman, porque se gestiona mejor. Es el punto de vista de empresas que, con una visión mercantilista y apoyadas en las nuevas tecnologías, ofrecen servicios jurídicos como si fueran commodities o productos. Registro de marcas, firma electrónica, modelos de contratos… todo un mundo de gestiones que no tienen por qué ser prestadas por un abogado, y que puede hacer, incluso, una máquina.
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