El techo de cristal existe en los grandes bufetes y, además, está localizado. Esa barrera invisible que bloquea el progreso profesional de las abogadas se sitúa en el último escalón de su carrera: en el acceso a la condición de socias. Así, mientras la paridad es la nota predominante en las categorías anteriores, al llegar al partnership (la cúpula de la sociedad) la proporción de mujeres se desploma hasta el 19%, según los datos recabados de 36 de las principales firmas del país por tamaño y facturación (la mayoría, por encima de 20 millones de euros).
Que solo uno de cada cinco socios sea mujer contrasta con el hecho de que las letradas son ya casi la mitad del total de abogados de las firmas (el 48%). Por su parte, en el conjunto de las plantillas (es decir, incluyendo otros profesionales como ingenieros, economistas, responsables de marketing, recursos humanos, etc.), las mujeres representan el 56%. El dato no admite dudas: algo pasa al llegar al último peldaño.
Dentro de que las cifras ponen de manifiesto una realidad preocupante, y así lo admiten los propios bufetes, es cierto que en los últimos años se ha registrado una ligera mejoría. Insuficiente pero innegable. En 2017, el número de socias en las grandes firmas se situaba en el 16%, según un informe de la publicación Iberian Lawyer. Tres años antes, el dato era del 14%.
¿Qué origina este techo de cristal? Las causas son diversas y no todas pueden achacarse a los propios bufetes. En primer lugar, y como admiten en privado muchos abogados y abogadas, en los despachos (o en alguno de sus departamentos), como en muchos otros entornos profesionales, aún persisten comportamientos y prejuicios machistas que pesan sobre las mujeres a la hora de proponer nuevos socios. Sin embargo, en un sector tan relativamente pequeño (en el que todos se conocen), rara vez se denuncian este tipo de conductas por el miedo a quedar marcado en el futuro. Por otra parte, muchos de estos casos resultan prácticamente imposibles de demostrar.
No obstante, no todo puede atribuirse a un problema de machismo. “En el entorno de los 30 años, son muchas las abogadas que prefieren dar un paso al lado”, señala Marlen Estévez, socia de Roca Junyent y presidenta de Women in a Legal World (WLW), asociación creada para impulsar y visibilizar a la mujer en el sector. ¿Por qué? La disponibilidad que exige la profesión, mayor conforme se avanza en la carrera (y máxima al llegar a socio), empuja a un buen número de letradas de grandes despachos a buscar empleos con unos horarios más predecibles y flexibles que les permitan conciliar. “Es frustrante porque sufrimos una pérdida de talento terrible. Nosotros queremos que sigan, pero muchas veces son ellas las que optan por irse a otra empresa o hacer un parón”, describe Alejandro Touriño, socio director de Ecija.
Tal y como revela el Observatorio Legal de Deloitte Legal, encuesta elaborada con la opinión de 240 directores de asesorías jurídicas de empresas en España, el 95% de los mismos considera importante o muy importante la disponibilidad a la hora de elegir a qué bufete contratar. De este modo, ningún socio se imagina rechazando la llamada del CEO o del director legal de una gran empresa por mucho que llame a las once de la noche. El cliente manda y, en un contexto tan competitivo como el actual, más. Y, al menos a día de hoy, son más las mujeres que rechazan el estilo de vida que conlleva ser socio de un gran despacho, con un elevado número de horas facturables e importantes obligaciones en materia de gestión, dirección de equipos y relación con los clientes.
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