El BCE comenzará en enero el análisis de la efectividad de sus instrumentos de política monetaria y no habría que descartar el debate del uso de otros nuevos y más heterodoxos aún de los empleados hasta ahora. Según avanzó Benoit Coeuré, miembro del comité ejecutivo de la institución, hay que abrir el debate sobre si la política monetaria debe llegar directamente al ciudadano, dándole acceso directo al balance del BCE. En definitiva, abrir una cuenta en el banco central.
La idea sería aplicar los tipos de interés directamente a los ciudadanos, algo que “sería más efectivo y ágil para estimular la demanda y la inflación y tendría menos efectos negativos”. Coeuré, cuyo mandato finaliza el 31 de diciembre y que será relevado por el italiano Fabio Panetta, añadió que “hay muy pocas razones por las que los bancos centrales, dentro de sus mandatos, no deberían aplicar los mismos instrumentos a las cuentas de individuos privados que los que ya aplican a los bancos, es decir, aplicar tipos de interés a una divisa digital”.
La creación de una divisa digital es precisamente uno de los proyectos que el BCE ha comenzado a debatir de forma muy preliminar, en coordinación con la Comisión Europea. Las divisas digitales son una cuestión que han despertado la inquietud de la opinión pública, como apuntó Lagarde la semana pasada en su primera rueda de prensa como presidenta del BCE, y en la que también mostró su voluntad de acercar la política monetaria a la ciudadanía. “Tendríamos que evitar restringir nuestra caja de herramientas por motivos dogmáticos o por conveniencia intelectual. Si la política monetaria permanece como una conversación entre bancos centrales y mercados financieros, no nos debería sorprender que la gente no confíe en nosotros”, explicó Coeuré en esa línea.
Aun así, el banquero francés también ha advertido que sería necesario valorar los efectos negativos de la propuesta de dar cuenats directas a los ciudadanos en el BCE, que impactaría sin duda en el modelo actual de intermediación financiera, dejando a un lado a los bancos
Coeuré también ha reconocido que el BCE debería revisar su objetivo de inflación. La revisión estratégica del mandato de la institución es de hecho la tarea en la que se sumergirá la nueva presidenta Chistine Lagarde en enero. “El BCE debería clarificar que pretende lograr una inflación del 2% a medio plazo. Y podría comunicar un rango de inflación posible que puede ser considerado aceptable”, explicó. Es decir, modificar el objetivo actual de estabilidad de precios -por el que el IPC de la zona euro debe estar cerca, aunque por debajo, del 2%- por un objetivo flexible que permitiera desviaciones.
Según Coeuré sería conveniente una mayor tolerancia, sin que ello sea una señal de inacción o complacencia y sin renunciar en todo caso al “ancla” del 2%. Coeuré añadió además que no hay “pruebas convincentes” de que un objetivo siméstrico –por el que el IPC podría superar el 2% de forma puntual–debilite las expectativas de inflación.
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