Pero entre la segunda parte del año (-9,3%) y la primera (-11,6%) hay una gran diferencia: en el segundo semestre, especialmente en los últimos tres meses, la caída estuvo protagonizada por el importante bajón de las no pagadas. De julio a diciembre, el tiempo de trabajo por encima de la jornada pactada sin retribuir cayó un 13,3% respecto al mismo semestre de 2018, según el INE. Es justo el periodo en el que estuvo vigente la obligación de las empresas de registrar todas las horas que trabajan sus empleados para que pueda consultarlo la Inspección. Las fuentes consultadas coinciden en que esta medida ha contribuido a reducir las horas extra, aunque admiten que también pudieron influir otros factores.
Bien entrado mayo del año pasado entró en vigor una de las medidas laborales más polémicas que adoptó el Gobierno de Pedro Sánchez que salió de la moción de censura: obligó a todas las empresas a llevar un registro horario sobre la jornada de sus empleados, una medida que estuvo vigente a lo largo de la segunda mitad del año. En ese tiempo, los asalariados hicieron 4,75 millones de horas extra sin cobrar, unas 725.000 menos que en el mismo periodo del año anterior, según la encuesta de población activa (EPA).
Si se observan por separado el tercer y el cuarto trimestre, la caída fue menor en el tercero (-11,3%), cuando incluso bajaron más las horas extra pagadas (-12,5%), que en el cuarto (14,9%). En cambio, en los últimos tres meses del año, las retribuidas subieron. A pesar de esto, las horas sin cobrar todavía suponen algo más del 40% de todo el tiempo de trabajo extra.
¿Se explica la caída de horas trabajadas por la introducción del registro obligatorio de jornada? “Sí que creo que hay una relación entre una cosa y otra”, apunta Manuel Francisco Sánchez Montero, secretario de acción sindical de la federación de servicios de CC OO. Él participó en la negociación de algunos de los acuerdos de registro horarios más destacados en los últimos meses: el de banca, los de varias aseguradoras y alguna cadena de grandes almacenes.
“Hay más conciencia en las empresas”, continúa Sánchez Montero, pero su análisis sobre lo ocurrido va más allá del miedo de las compañías a las sanciones. “También hemos notado un cambio en la actitud de la gente”, añade. “Nos falta por ver es si esta caída se debe solo a la norma o a partir de ahora va a ser algo cultural”, señala.
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