España e Italia, los dos países del mundo con más fallecidos a causa del coronavirus, se han plantado ante la inacción de la Unión Europea, dando un plazo de dos semanas al Eurogrupo para encontrar respuestas conjuntas. Antes de que los líderes comunitarios se conectasen para encarar por videoconferencia la cumbre más importante tras el brote, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya había advertido de que, en un primer momento, cuando Europa realmente necesitaba de apoyo mutuo y del todos para uno, hubo demasiados que solo miraron por su propio interés y se refugiaron en el todo para mí.
Las palabras de la alemana se saldaron con un plantón de Italia y España en la cumbre, que junto a otros países del sur pedían la activación del MEDE –el fondo de rescate europeo– y la emisión de coronabonos, un mecanismo para mutualizar la deuda. Se trata de las dos medidas fundamentales en torno a las que ha girado la discusión y que seguirán sobre la mesa. «La puerta está abierta para debatir todas las posibilidades sobre la mesa», confirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, preguntada sobre si los «coronabonos» habían sido definitivamente rechazados.
Ahora, los respectivos responsables de las cinco grandes instituciones europeas, el Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo y sobre todo el Eurogrupo (los ministros de economía y finanzas), deberán tejer un nuevo borrador con propuestas para presentar en 14 días. Mientras, el virus avanza. Y el Eurogrupo, desde que los muertos empezaron a contarse por cientos en Italia y España, ha fracasado ya dos veces hasta ahora.
El debate de ayer se cerró, así, con una mera declaración y el compromiso de abordar el asunto en dos semanas: «Estas propuestas deberán tener en cuenta la naturaleza sin precedentes del choque del COVID-19 que afecta a todos nuestros países. Nuestra respuesta será incrementada, como sea necesario, con más acción de un modo inclusivo, a la vista de los acontecimientos, para dar una respuesta amplia», dice el texto.
El martes, el Eurogrupo había abogado por crear una línea de financiación específica para la pandemia canalizada por el MEDE, que cuenta con 410.000 millones de euros en capacidad de préstamo. Esta línea estaría abierta a todos los países y permitiría otorgar a los que lo solicitasen fondos por hasta el 2 % de su PIB con ciertas condiciones. Los ministros de Economía y Finanzas, sin embargo, dejaron la decisión final en manos de los líderes, que se han mostrado divididos.
La canciller alemana, Angela Merkel, aseguró tras la cumbre que los «coronabonos» no son una «opción compartida» por Alemania ni por otros países del bloque comunitario, e instó a «evaluar todos los instrumentos» con que ya cuenta la UE. En la misma línea, el primer ministro holandés, Mark Rutte, dijo que hay que explotar primero las medidas «ya existentes», mientras que su homólogo austríaco, Sebastian Kurz, también contrario a la mutualización de deuda, dijo que el MEDE es «el instrumento adecuado».
Frente a este grupo están los países de Sur, más afectados por la pandemia y liderados por España e Italia. «España junto con Italia y otros países exige un mandato claro al Eurogrupo y propuestas concretas de financiación a medio y largo plazo», afirmó el Gobierno español en un comunicado tras la reunión. Nueve países han firmado una misiva pidiendo más ambición.
“Tenemos que trabajar en un instrumento de deuda común. Hemos de reconocer la gravedad de la situación y la necesidad de medidas más ambiciosas para apuntalar nuestras economías”, rezaba el texto suscrito por España, Francia, Italia, Portugal, Bélgica, Irlanda, Luxemburgo, Eslovenia y Grecia, que pedían mutualizar o compartir los riesgos a través de la emisión de coronabonos. También reclamaban hacer uso del MEDE –de la forma más laxa posible, ofreciendo líneas de crédito sin condicionalidad o con condiciones muy suaves que luego no derivasen en recortes o austeridad, de sobra conocidos por buena parte de estas regiones tras la crisis económica de 2008. Este mecanismo, según cálculos de Esade, habría permitido a España ahorrarse hasta 150.000 millones de euros en intereses de deuda pública en 10 años.
El sur también proponía una especie de seguro comunitario contra el paro que se hiciese cargo de parte de las prestaciones por desempleo, aliviando las cuentas de los países más sacudidos por los ERTE y los despidos.
En la misma trinchera de los firmantes de la carta se encontraban sus respectivos bancos centrales, la propia Comisión, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el BCE, que ya disparó su bazuca de 750.000 millones. También se unió en el último momento, antes de la videoconferencia, el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, que instó a los líderes a que llegasen a un acuerdo para crear instrumentos de solidaridad como la emisión de deuda compartida a nivel europeo.
Al otro lado, sin embargo, había pesos pesados de la Unión como Alemania, acompañado a su vez de países como Holanda, Finlandia o Austria, que también rechazó antes de la cumbre los coronabonos. Estas regiones, que por el momento no están sufriendo el golpe devastador del virus, son partidarias de permitir que los estados respondan con todo su arsenal a la pandemia, pero de forma individual y no coordinada, sin mutualizar los riesgos y gastos. A su vez, rechazan tanto una inyección de dinero a nivel comunitario como convertir el MEDE en una suerte de cheque en blanco sin condiciones. También se oponen al Plan Marshall que reclamó esta semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y que el propio Charles Michel veía con buenos ojos. El norte reclama, así, tomar las medidas que sean necesarias una vez haya acabado la crisis y las consecuencias finales sean palpables, una estrategia que recuerda a los pasos de ciego que se dieron tras la recesión de 2008.
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