No hay un solo flanco del mercado laboral que no se haya visto afectado por el coronavirus. Tampoco se ha librado la negociación colectiva, que desde marzo ha vivido un frenazo en seco. Lo habitual es que en primavera se animen las conversaciones y la firma de convenios nuevos se acelere. En años anteriores, entre abril y julio se acordaban más de 400; en 2020, han sido casi cuatro veces menos, 124, según los datos del Ministerio de Trabajo. A la hora de buscar una causa, los protagonistas de la negociación colectiva, sindicatos y empresarios, no tienen ninguna duda: todos señalan a la pandemia.
Las negociaciones de convenios tienen sus rituales y sus etapas a lo largo del año. Primero se revisa su aplicación el año anterior: compensaciones, complementos, cláusulas de revisión… Aunque esto último cada vez se hace menos, porque con la crisis anterior y los precios tan débiles han perdido uso. Pero la costumbre sigue, y esta dicta que a partir de marzo o abril comienza a hablarse de los convenios nuevos y se le da un impulso que llega hasta bien entrado el verano. Sin embargo, este año el coronavirus ha roto esa dinámica.
Durante los primeros siete meses de 2020, el Ministerio de Trabajo ha registrado solo 188 convenios cuyos efectos económicos entraban en vigor este año. Estos afectaban a algo más de 150.000 asalariados. A estas alturas de 2019, ya se habían cerrado 471 pactos que amparaban más de 1,2 millones de trabajadores. Y en 2018, la actividad era incluso más frenética: 536 convenios y casi 1,5 millones de empleados.
“Sin duda es por la pandemia”, zanja Mari Cruz Vicente, secretaria de Acción Sindical de CC OO, “estos meses no ha habido negociación colectiva”. “La realidad no lo ha permitido”, añade, apuntando que tanto los empresarios como los representantes de los trabajadores estaban absorbidos por los múltiples frentes que la covid-19 ha abierto en las empresas: expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), garantizar la salud de quienes tenían que trabajar en los servicios esenciales, equipos de protección individual, reorganización de turnos de vacaciones, teletrabajo…
” Hemos estado en la propia gestión del día a día”, resume el portavoz oficial de CEOE. Otra fuente de la patronal ratifica lo que dicen los sindicalistas y suma, como añadido, un problema estructural de falta de recursos en los agentes sociales desde hace años: “Somos los mismos los que nos vemos en todas las mesas”. Una forma de decir que faltan manos.
Gonzalo Pino, de UGT, comparte las explicaciones de sus contrapartes. “Hemos estado el 90% del tiempo en afrontar la situación [provocada por el coronavirus]”. Además, el secretario de Política Sindical del sindicato apunta también a la reforma laboral de 2012 y “la complejidad” creada al dar “preferencia en la aplicación a los convenios de empresa frente a los sectoriales”.
El frenazo en la negociación colectiva no implica consecuencias inmediatas y directas sobre los trabajadores. Para empezar, los convenios nuevos firmados este año no suponen el conjunto de la negociación colectiva. Están también vigentes los firmados en años anteriores, que se pactan por periodos más largos que antaño. La duración media este año es de 3,4 años frente a tres años en 2015. Así, durante los primeros siete meses de 2020, hay algo más de 2.500 convenios activos que amparan a casi siete millones de trabajadores.
Las consecuencias de que se estanque la negociación de convenios nuevos y la renovación de los que caducan no son inmediatas. Además, es habitual que los convenios se firmen con efectos retroactivos. En la reforma laboral se limitó la vigencia de los convenios no renovados a un año, pasado ese tiempo lo pactado, en teoría, decaía y se aplicaba lo previsto en el convenio sectorial superior si lo había o el mínimo contemplado por la ley. Posteriormente los tribunales han ido delimitando jurídicamente lo dispuesto en la reforma y precisaron que los convenios solo perdían vigencia si no se había pactado expresamente su continuidad hasta la renovación. Incluso llegaron a señalar que, si el convenio decaía, las condiciones laborales pactadas en él (sueldo, horario, jornada…) pasaban a formar parte del contrato individual del trabajador.
No obstante, esta jurisprudencia no supone que esas cláusulas sean inamovibles. También en la reforma de 2012 se abrió la opción de que el empresario pudiera modificarlas tras un periodo de negociación —que no tiene por qué acabar con acuerdo— si había causas objetivas justificadas como caída de ingresos durante dos trimestres o pérdidas presentes o previstas, circunstancias que fácilmente pueden producirse a raíz de la crisis del coronavirus.
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