De las 142.013 herencias que se tramitaron durante la primera mitad del año 2020, marcada por el golpe de la crisis sanitaria y económica y el primer gran confinamiento, un total de 15.992 fueron rechazadas, el 11,3%. Se trata del porcentaje más elevado de renuncias desde que el Consejo General del Notariado recoge estos datos, en el ejercicio 2007, y supone sumar dos décimas a la estadística del año 2019, que cerró con 47.422 herencias rehusadas de 426.801 (11,1%), y medio punto porcentual a la de 2018 (10,8%).
Los efectos de la crisis del coronavirus en este fenómeno, no obstante, tardarán aún unos meses en percibirse, explica José Luis Lledó, vicepresidente del Consejo General del Notariado y decano del Colegio Notarial de Andalucía. La razón es que las herencias se tramitan aproximadamente entre 6 y 12 meses después del fallecimiento, por lo que no será hasta el cierre del ejercicio cuando se conozcan las cifras relativas a las muertes derivadas de la primera ola.
Lo que sí desprenden las estadísticas, sin embargo, son los efectos del confinamiento y las medidas de contención social en el número de herencias tramitadas. Así, mientras que 2019 cerró el año con casi 427.000 sucesiones gestionadas, la primera mitad del año deja una cifra tres veces menor. Con todo, la evolución de los últimos años lleva a pensar que cuando los datos de 2020 se conozcan al completo el porcentaje de desistimientos siga creciendo. Sin ir más lejos, en 2019, en relación con el comienzo de la serie histórica, el número de rechazos subió un 329%.
Tal y como señala Lledó, pese a que las renuncias crecen ejercicio tras ejercicio, los notarios no encuentran una explicación inequívoca del porqué de esta tendencia. Todo hace pensar que el principal motivo se encuentra en la existencia de deudas, “cuando el sucesor conoce o prevé que detrás del legado habrá obligaciones o pasivos”. El débito relacionado con el sector inmobiliario, añade, suele ser el más común. Sin embargo, constata, como las causas reales no son recogidas, es imposible afirmar a ciencia cierta que esta es la razón.
Detrás de los rechazos, prosigue, también suele haber explicaciones fiscales, ya que las herencias tributan bajo el impuesto de sucesiones, gestionado directamente por las comunidades autónomas. En muchos casos, sobre todo cuando el traspaso se produce entre familiares con menor grado de cercanía –como tíos y sobrinos, primos o parientes colaterales– y el impuesto es más alto que en el caso de los descendientes directos, “al heredero no le compensa aceptar teniendo en cuenta la cantidad final que recibe”.
La gestión autonómica de las sucesiones y las bonificaciones que imponen los respectivos Gobiernos también ha servido muchas veces para intentar explicar la enorme diferencia de renuncias que hay entre unas regiones y otras, con Navarra como la zona en la que más se aceptaron durante 2019 (el 92,4%), y Asturias como la que menos (82,3%).
Sin embargo, como recuerda el portavoz de los notarios, no se puede afirmar que haya una relación categórica entre los impuestos regionales y el grado de renuncias. Madrid, Andalucía, Murcia, Cantabria y La Rioja, por ejemplo, bonifican casi en su totalidad –en un 99%– este tributo. Sin embargo, el porcentaje de renuncias en La Rioja y Andalucía (en un 15% y un 14% respectivamente) es similar al de Baleares. En Aragón o Galicia, donde no existen bonificaciones tan elevadas, la tasa de rechazos es de las más bajas de España, en torno al 8%.
Otra de las conclusiones que desprenden las estadísticas es el bajísimo peso que tiene en España la figura de la aceptación a beneficio de inventario, un mecanismo por el que el heredero responde a las deudas contraídas únicamente con los bienes que se enmarcan dentro del propio legado, sin poner en riesgo su patrimonio previo. “Es algo que los notarios solemos recomendar, pero que poca gente conoce”, apunta Lledó. Atendiendo a los datos de 2019, de las más de 426.000 herencias tramitadas, solo 853, el 0,2%, se acogieron a esta figura, en línea con el 0,19% del primer semestre de 2020.
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