Después de decidir el pasado 10 de diciembre la ampliación del PEPP en 500.000 millones de euros más, concluye 2020 habiéndolo consumido al 40%. Ya en junio decidió elevarlo en 600.000 millones, a 1,35 billones. Lagarde avanzó en diciembre que la intención no es agotar el PEPP en su totalidad, que se extenderá hasta marzo de 2022, nueve meses más de lo previsto. Quedan aún disponibles 1,09 billones. Pero la mera existencia de esa opción, hasta los 1,85 billones, es un seguro contra posibles tensiones de mercado, a pesar de que la llegada de la vacuna augure un 2021 de crecimiento. Aun así, el propio BCE no prevé que la zona euro haya recuperado el nivel de PIB previo a la pandemia hasta al menos mediados de 2022.
La actividad compradora del programa PEPP tuvo en mayo su mayor intensidad, con volúmenes semanales por más de 30.000 millones de euros. El ritmo se moderó en verano y ha continuado de media por debajo de los 20.000 euros semanales. De no haberlo ampliado desde los 1,35 billones, el PEPP se habría agotado en julio de 2021 a un ritmo de 20.000 millones de euros de compras a la semana, según cálculos de Nomura.
Su flexibilidad ha sido clave a la hora de lograr que las primas de riesgo y las rentabilidades de la deuda soberana de la zona euro, y en especial de la periferia, hayan caído a mínimos. En una decisión sin precedentes, reflejo del desafío extraordinario que ha supuesto la pandemia, el BCE se ha permitido adquirir deuda de países por encima de su peso en el capital de la institución, lo que ha favorecido especialmente a Italia –el país del euro más endeudado, solo por detrás de Grecia– y a España. Sus primas de riesgo comenzaron a subir de forma preocupante en marzo, pero, gracias a la acción del BCE, la italiana se ha suavizado después a niveles de 2016 y la española, de 2010.
El BCE ha absorbido de hecho con sus compras de deuda el equivalente a las emisiones soberanas realizadas este año. No adquiere los bonos soberanos en las subastas, sino ya en el mercado secundario, pero su constante presencia compradora es motivo más que suficiente para que los inversores acudan a las colocaciones de deuda pública, sabedores de que el BCE estará ahí para adquirir los títulos.
La pandemia ha alterado también el perfil de los tenedores de deuda soberana. Con su actividad compradora, el BCE posee ya el 25,6% de la deuda pública española en circulación, un porcentaje que ha subido desde el 21,6% de diciembre de 2019. Estas compras han sido clave para que el Tesoro español haya rebajado en 20.000 millones la emisión neta prevista para el ejercicio, que ha quedado en los 110.000 millones de euros. La banca doméstica también se ha implicado más este año, con la mayor tenencia de deuda soberana desde 2016.
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