Y esto se ha traducido en un aumento de las rentabilidades de los bonos soberanos de todo el planeta, incluido el español. Las medidas expansivas de Biden no tendrán ahora cortapisas de la cámara alta. Más gasto, más esfuerzo de financiación se derivan en ventas de la deuda y subidas de rentabilidad, explica en una nota. Jesús Sáez, managing director de Natixis y head of debt Capital Markets en España y Portugal del banco. El bono estadounidense a 10 años supera el 1% de rendimiento, hasta niveles de marzo del año pasado, cuando el Covid-19 no había desencadenado sus efectos mortíferos y la Fed no había tomado el toro por los cuernos con bajadas de los tipos al 0% y planes masivos de compra.
Incluso en Europa hay contagio, pese a que el bazuca de Christine Lagarde sigue cargado con más de un billón de euros para compras de deuda al menos hasta el mes de marzo de 2022. El tipo de interés de la deuda española sigue por los suelos, pero el aumento en las cuatro sesiones del ejercicio es significativo. La rentabilidad del bono se ha triplicado, al pasar del 0,02% al 0,06%. «Las ampliaciones en las yields en el bono estadounidense provocan contagio en las referencias europeas, con el bund alemán que en tres días recupera 10 puntos básicos de rentabilidad hasta el -0,51% de ahora (véase gráfico), y con el sector financiero recibiendo esto de maravilla», señala el experto de Natixis. En definitiva, el nuevo gobierno en la mayor economía del mundo está dispuesto a tirar de la chequera para rescatar la economía y, al margen de la actuación de los bancos centrales, esto significa que habrá más inflación en el futuro.
Los precios no son ahora un problema, con una caída interanual del IPC de la zona euro en diciembre del -0,3% y con una subida del 1,2% en Estados Unidos. Esto, unido a los mensajes del verano, con Jerome Powell, presidente de la Fed, avisando de que dará margen a que la inflación se recomponga por encima del 2% sin tomar grandes medidas, allana el terreno a que los intereses de la renta fija más segura suban.
Los inversores en deuda temen que un posible descontrol de los precios erosione la rentabilidad real de la deuda a largo plazo, de ahí las subidas de rendimiento, que se mueve de forma inversa al precio. Los bonos estadounidenses a 10 años han pasado de ofrecer un 0,5% de inicios de agosto a situarse por encima del 1%. En la referencia a 30 años, el interés ha subido del 1,2% al 1,8%. Los fondos venden deuda ante el miedo a que la inflación se coma su rentabilidad, al tiempo que huyen a activos protegidos de subidas de precios, como los bonos ligados a la inflación.
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