O al menos, con el menor esfuerzo posible en la compra de activos. La rápida e intensa subida del interés de los bonos se ha convertido en un serio motivo de inquietud para los bancos centrales, puesto que supone una amenaza para el objetivo de asegurar un coste de financiación lo más asequible posible, imprescindible para la recuperación económica.
Hasta el momento, el BCE ha respondido ante ese repunte de rentabilidades con el discurso habitual, en el que defiende que el alza de la inflación que descuentan ahora los bonos sería puntual, que aún queda un largo camino para alcanzar los objetivos de inflación en el medio plazo –el BCE estima un IPC de apenas el 1,4% en 2023–, que la gran referencia deben ser los tipos de interés reales, aún muy bajos, y que el objetivo de garantizar una financiación favorable no se limita solo a los tipos de interés de mercado sino que el enfoque es más amplio, con otros factores en juego como el flujo de crédito bancario.
Pero el temor a un alza excesiva en el interés de los bonos está ahí, en un momento en que la recuperación económica se abre paso aún a duras penas. Y toda la presión está ahora en el BCE, del que los inversores esperan un gesto claro que frene los avances. De lo contrario, las ventas en la deuda soberana –y el consiguiente ascenso de rentabilidades– podrían ganar intensidad.
Los expertos no prevén en todo caso grandes novedades de la reunión del consejo de gobierno de hoy, más allá del compromiso de seguir garantizando ese entorno de financiación favorable, que sí podría requerir mayores compras semanales de deuda –ahora en mínimos–, aunque sin anticipar por ello una modificación del tamaño del PEPP, el programa extraordinario de compras antipandemia.
“La comunicación es probablemente el instrumento elegido para mitigar el efecto de la venta global en el mercado de bonos”, señalan en Barclays, donde apuntan al difícil dilema que se le plantea al BCE. Si decidiera vincular los términos de una financiación favorable a un determinado nivel de bonos, estaría asumiendo de forma explícita una política de control de la curva de tipos. Y si, como la Fed, avanzara que podría asumir de forma temporal una inflación por encima del 2% –que podría darse este mismo verano– estaría ya definiendo su nueva estrategia, para la que aún no hay consenso en el seno de la institución.
“El BCE está forzado a tomar nuevas decisiones”, añaden desde ING, aunque creen improbable un aumento del programa de compras. Como alternativa, la institución podría elevar el ritmo de las compras semanales con el fin de frenar la venta de bonos e insistir –una vez más y de nuevo llevando al límite la comunicación como herramienta de política monetaria– en su disposición a incrementar el PEPP si fuera necesario. Desde Goldman apuntan a una solución de compromiso: el aumento de las compras semanales al entorno de 20.000 millones de euros y el anuncio de que el PEPP se consumirá en su totalidad, por 1,85 billones de euros.
Desde Bank of America reclaman claridad al BCE en su definición de “condiciones favorables de financiación” y que sea explícito al concretar “qué quiere preservar y cuáles son los niveles de referencia”. De otro modo, advierte de que la decepción de los inversores podría tener implicaciones que afecten a la revisión de la estrategia. Por ahora, la única referencia de cuáles serían esas condiciones favorables es la sugerida por Fabio Panetta, miembro del Comité Ejecutivo, en alusión a las existentes en la reunión de diciembre del BCE.
Powered by WPeMatico