Destaca la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su último informe fiscal, publicado ayer, en el que señala que el fenómeno responde de un lado a la caída de ingresos provocada por la pandemia y, de otro, a las medidas de alivio tributario impulsadas por los distintos países para contener el golpe. Pese que esta fue la tendencia general entre las economías desarrolladas en 2020, el informe destaca que “el salario real antes de impuestos disminuyó más que la tasa impositiva promedio” por persona en España, una excepción a la regla que también se dio en Bélgica, Chile, República Checa, Finlandia, Francia, Japón, Luxemburgo, México, y Suiza. Con todo, la presión fiscal sobre los trabajadores españoles sigue siendo la segunda más baja de la UE.
Así, en términos globales, el informe indica que la cuña fiscal, entendida como la carga de impuestos y cotizaciones que soporta el trabajador sobre su salario, retrocedió 0,39 puntos porcentuales en 2020 hasta un promedio del 34,6% en la OCDE. Se trata del mayor descenso desde los 0,52 puntos de 2009 y los 0,48 de 2008. En el caso de España, el descenso de dicha presión fue ligeramente inferior, de unas tres décimas de media. En concreto, la cuña fiscal que soporta un trabajador soltero y sin hijos con el sueldo medio cedió desde el 21,3% al 21,1%. Sin embargo, su sueldo descendió de los 27.292 a los 26.934 euros anuales, según la OCDE. Es decir, una rebaja del 1,3%.
Pese a este doble retroceso, la cuña fiscal que soportan los trabajadores españoles es la más baja de toda la UE con la excepción de Estonia, donde ese mismo asalariado solo soportó una carga del 14,6% sobre su sueldo. Tradicionalmente, este segundo puesto por la cola era para Irlanda, pero su cuña se elevó en 2019 tras una fuerte subida del salario mínimo. Conviene apuntar, eso sí, que para el cálculo español la OCDE utiliza de referencia Madrid, una de las regiones con la presión fiscal más baja del país. De esta forma, la cifra española se sitúa por debajo del 21,1% de Reino Unido y del 24,8% de media de la OCDE. Es más, la distancia es relevante frente al resto de grandes potencias europeas, donde la presión fiscal sobre el trabajador oscila entre el 27,3% de Francia, el 28,7% de media europea; el 29% de Italia o el 38,9% de Alemania, que encabeza el listado.
La posición española varía ligeramente en función del contribuyente concreto. En el caso de las rentas bajas, tomando a un soltero sin hijos que cobre el 67% del salario medio, la cuña fiscal de España es ya la tercera menor, del 16,6%, frente al 15,7% de Irlanda o el 10,5% de Estonia. Para rentas altas, con el 167% del sueldo medio, la presión española es la cuarta menor del ranking, un 26,9% del que quedan por debajo Estonia, Polonia y República Checa. En el caso de cónyuges que cobren uno el salario medio y otro un 67% del mismo y tengan dos hijos, la presión se sitúa en el 17,2%, con seis países ya por debajo de ese umbral. Con un solo sueldo en el hogar, la cuña española es del 14,1% y son nueve los países con menor presión. Hay que tener en cuenta aquí que España es uno de los países con menor diferencia de presión entre contribuyentes solteros y casados, pues hay sistemas fiscales con esquemas más tradicionales pensados para proteger a parejas en los que solo uno de los dos trabaja.
La cosa cambia con fuerza cuando en lugar de la cuña que soporta el trabajador se analiza la presión fiscal integral sobre el coste laboral, que además del IRPF y las cuotas del trabajador incluye las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. En este caso, la presión fiscal española asciende al 39,3% del importe lo que sitúa ya al país en la mitad de la tabla, en la decimoquinta posición de la UE. Aquí el umbral mínimo está en el 32,3% de Irlanda, que se sitúa entre el 30,8% británico y el 34,6% de media de la OCDE, frente al 51,5% de Bélgica, el más alto, o el 49% de Alemania. El salto en el ranking se produce porque las cotizaciones empresariales en España son las séptimas más elevadas de la OCDE: del 23% sobre el coste laboral. La cifra está por debajo del 26,6% de Francia o el 24% de Italia, pero supera el 16,6% alemán o el 13,3% de media de la OCDE.
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