Así son los mooties, los estudiantes que participan en las competiciones universitarias de oratoria y litigación que se organizan por todo el mundo, conocidas como moot courts. Los perfiles que participan en estas olimpiadas legales cotizan al alza en el mercado laboral de la abogacía incluso antes de salir de la facultad. Tienen desparpajo, capacidad para convencer y nervios de acero para gestionar situaciones de estrés. Armas muy valoradas por el sector legal.
Ser un mootie (así se llaman entre ellos) es, para los reclutadores de los grandes despachos, un elemento diferenciador. “Es algo que tenemos en cuenta en los procesos de selección y siempre es un plus en el currículum de un candidato”, apunta Javier Tarjuelo, abogado de Litigación y Arbitraje de Pérez-Llorca. En el mismo sentido opina Raúl Partido, legal director de Procesal, Arbitraje y Regulatorio de DLA Piper: “Las competiciones de derecho son sin duda una excelente oportunidad para conocer y evaluar a estudiantes en un entorno que se asemeja bastante a la práctica diaria de los despachos”.
Los participantes analizan un caso ficticio de decenas de páginas durante meses, donde dos empresas entran en conflicto en situaciones comerciales de lo más variopintas. Como piratas que asaltan unas mercancías. O países que intervienen en un mercado y hacen caer los precios.
Las reglas son las mismas que las de cualquier arbitraje: hay unos plazos, una demanda, una contestación y unas órdenes procesales que el equipo debe gestionar a lo largo del año. En la fase final, los jóvenes se ven las caras en una ronda de juicios ficticios ante personalidades del mundo jurídico. Defienden aleatoriamente a la empresa demandada y a la demandante, hasta que se proclama a un equipo vencedor.
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