En los últimos seis meses, el IPC español ha estado siempre por encima de la media del bloque del euro, con un diferencial de precios que hoy es seis décimas superiores. Esta brecha, que se prolonga ya un semestre (al contrario que en 2019 y todo 2020 cuando el diferencial era favorable a España), representa una amenaza para la competitividad de las exportaciones españolas, que tienen en Europa su destino mayoritario (la UE-27 absorbe más del 61% de las ventas españolas y la zona euro el 54%). Y es que España es hoy un país más caro que doce de los diecinueve miembros de la moneda única, al tiempo que presenta tras Alemania (4,1%) la segunda mayor tasa de inflación entre las grandes economías del bloque (Italia se encuentra en el 2,9% y Francia en el 2,7%).
Los expertos consultados coinciden en que el sector exportador, que vuelve a ser uno de los grandes motores de impulso de la economía española en la recuperación post Covid, como ya lo fue durante la crisis financiera, podría sufrir si esta vuelta de tuerca inflacionista se prolonga y el diferencial de precios persiste. Aunque confían en que no suceda. «Los precios del petróleo o de las materias primas deberían bajar a corto plazo en la medida en que se estabilicen los mercados», señaló ayer Antonio Bonet, presidente de Club de Exportadores e Inversores, quien añadió que, «por ejemplo, el precio del petróleo debería descender hasta los 60-70 dólares por barril (en la actualidad ronda los 85 dólares), una vez que los países productores aumenten la oferta».
No obstante, no oculta su temor a un empeoramiento: «El problema surgiría si estas subidas puntuales de precios provocan una espiral alcista, a través de indexación de sueldos, pensiones, o alquileres. En este caso, la situación puede ser preocupante para la competitividad de las empresas exportadoras», advirtió. Un diagnóstico en el que coincide Rafael Pampillón, catedrático de la Universidad CEU-San Pablo, quien alerta de que uno de los mayores riesgos del bucle inflacionista es que se produzcan «efectos de segunda ronda», en un contexto en el que los altos precios no solo impactan sobre las exportaciones de bienes, sino también del sector servicios, «mucho más sensible» a las fluctuaciones por el peso del turismo.
Por su parte, Francisco Cabrillo, catedrático de Economía en la Universidad Complutense, resalta que la brecha de precios no solo puede dificultar las exportaciones si persiste, sino que también afecta a la propia «posición de la demanda interna», al propiciar que otras empresas europeas, con precios y costes más bajos, vendan con más facilidad a España. De hecho, hasta agosto España importó del exterior 216.497 millones, un 7% más de lo que exportó.
Pese a la insistencia del FMI en que la soga inflacionista es transitoria, en España la presión amenaza con ir in crescendo en los próximos meses. Y no solo por los precios desbocados de la luz, cuyo impacto en el IPC en España es mucho mayor que en otros países por su peculiar sistema de «precios dinámicos», como señalaba recientemente el Banco de España, que varían cada hora, introduciendo una enorme volatilidad y trasladando las alzas a empresas y hogares con mayor celeridad que en otros mercados europeos, sino porque las empresas españolas solo han repercutido hasta ahora una parte de los costes que padecen desde hace meses.
El sector de gran consumo advirtió ayer desde el congreso de Aecoc que los precios de alimentos y bebidas subirán en las próximas semanas para contrarrestar, o al menos paliar, el alza de las materias primas, del transporte marítimo y de la energía, lo que augura que la inflación en España estaría aún lejos de tocar techo.
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