A la subida del precio de la energía se han sumado los alimentos, cuyo coste a nivel mundial se mantiene en máximos de 10 años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Para octubre, comprar aceite en España era un 24% más caro que hace un año. Es, según las estadísticas nacionales, el producto que más se disparó en ese mes. Pero se trata de la punta del iceberg, pues en realidad la mayoría de los productos sufrieron un incremento: los huevos, del 4,3%; la carne de ovino, el 7,2%, y el pan, un 2,1%. El problema de estos porcentajes es que anticipan subidas aún mayores.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ya ha adelantado que el precio de los alimentos subió en noviembre un 3,2% interanual, y aunque aún no da detalle de cada producto, los expertos auguran que la tendencia seguirá. Las causas que esgrimen son básicamente tres: la crisis energética y de los insumos productivos, los cuellos de botella y un acopio de cereales por parte de China en previsión de una futura escasez. Son factores externos que, sin embargo, impactan directamente en la economía nacional. Así lo apunta Tomás García Azcárate, investigador del CSIC y experto en política agraria europea, quien detalla que, en la agricultura, los incrementos de la energía y sus derivados se vienen a sumar a los altos costes de producción que ha provocado el Covid con todas las medidas sanitarias. Del otro lado está la ganadería, a la que afecta la enardecida situación que se vive en el mercado de los cereales y la soja debido a la recuperación de la cabaña (población de cerdos) china.
En cuanto a los insumos, Azcárate considera que las cifras hablan por sí mismas. “En los últimos meses, la energía ha subido un 270%; los plásticos, el 40%; los piensos, un 30%, y los fertilizantes, el 23%. El alza de la cesta de la compra se debe esencialmente a esto”. Coincide con él Chema Gil, director del Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (Creda) de Barcelona y profesor de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Cataluña, quien considera que esta situación se prolongará hasta el tercer trimestre de 2022.
Aunque el alza es generalizada, hay diferencias importantes por grupos alimentarios. Ambos investigadores ponen énfasis en los cereales por dos razones: la primera, porque España tiene un déficit del 60% en este campo, y la segunda, porque es la base de la alimentación tanto de los seres humanos como del ganado. Esta característica no sería un problema si no fuera porque en noviembre su precio era un 23,2% más alto que el año anterior, según la FAO. Su subida se debe, señala la organización, a que disminuyeron las cosechas de los principales exportadores: EE UU, Canadá y Rusia.
Las consecuencias para España son evidentes: en octubre, el precio de los cereales subió un 1,4% interanual. En noviembre los expertos esperan que este porcentaje sea mayor debido al aumento de la demanda por parte de China. Aunque Azcárate lo atribuye al incremento de su producción de cerdo, Gil opina que se están anticipando a una posible escasez. En cualquier caso, ambos creen que el rol del país asiático es clave en el alza de los precios y temen que repercuta en los costes de la carne española, pues para alimentar a los animales hay que importar una gran cantidad de grano. Hay otro gran frente: los aceites vegetales. Su subida ha sido incluso más fuerte que la de los cereales, disparándose un 60% respecto al año anterior y llegando a su nivel más alto desde el verano de 2008. El factor catalizador es la palma, que se mantiene en máximos de 10 años a causa de la reducción en la producción de Malasia, su segundo mayor fabricante del planeta.
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