Italia ha logrado doblegar al Banco Central Europeo y librarse, al menos por el momento, del endurecimiento de las provisiones exigidas a la banca por los créditos morosos o fallidos. La cotización de las entidades italianas se disparó inmediatamente, en algunos casos hasta el 12% después de que el supervisor europeo anunciase su disposición a retrasar las nuevas exigencias.
La norma debía entrar en vigor el próximo 1 de enero y hubiera tenido un tremendo impacto en la banca italiana, que acumula casi la cuarta parte de los 865.000 millones de euros en préstamos morosos que lastran al sector financiero de la zona euro.
Pero Danièle Nouy, presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) integrado en el Banco Central Europeo (BCE) e instigadora del endurecimiento, claudicó este jueves y admitió ante el Parlamento Europeo que con toda probabilidad deberá aplazarse su entrada en vigor.
“Al ver que tantas personas han tenido dudas”, señaló Nouy, tal vez sea necesario “mejorar la redacción” de la nueva directriz. Nouy se mostró incluso dispuesta a retrasar la entrada en vigor de las nuevas exigencias de capital hasta después del 1 de enero de 2018.
El eufemismo de “tantas personas” que menciona Nouy se refiere, en realidad, a la feroz campaña de resistencia planteada desde Roma, que temía que el BCE aprovechase una simple directriz para forzar a los bancos italianos, uno por uno, a limpiar de una vez por todas sus deteriorados balances.
La directriz pretende exigir la provisión del 100% de los créditos morosos en solo dos años o en siete si el préstamo cuenta con garantía inmobiliaria. La banca italiana, como la española, tiene provisionado en torno al 45% de su morosidad. Pero en el caso italiano, la mayoría de los fallidos corresponden al sector de empresas (pequeñas y medianas, sobre todo) por lo que hubiera tenido que cubrir el 100% antes del 1 de enero de 2020.
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