El precio del barril tocó suelo el 20 de enero de 2016, cuando bajó de 28 dólares. Desde esa fecha, el petróleo ha iniciado una escalada hacia arriba que le ha llevado a la cota de 63 dólares al cierre de ayer, lo que supone que, en los dos últimos ejercicios, la cotización se ha incrementado en torno a un 127%.
Este avance no ha sido homogéneo y ha sido especialmente intenso desde que la OPEP ha dejado abierta la puerta a que el recorte de producción aprobado en noviembre de 2016 (retiró 1,8 millones de barriles diarios), el primero en ocho años, se prolongue más allá de marzo de 2018 ante el impacto beneficioso que ha tenido en la cotización del crudo y en las cuentas de resultados de las petroleras. La cotización de las grandes compañías en Europa ha crecido un 17% desde los mínimos de junio, mientras que las de EE UU han subido un 13%.
A su llegada a Viena, donde se celebra desde hoy la reunión de los productores de crudo, el ministro ecuatoriano de Hidrocarburos, Carlos Pérez, avanzó que el recorte de producción se prolongará todo 2018. “Todavía no sé por cuánto tiempo, pero se va a mantener el recorte. Estimo que será la mayor parte del año que viene”, apuntó.
En el otro lado, el precio de gasolina y gasóleo se ha incrementado, pero ni mucho menos en el porcentaje que deberían haberlo hecho al estar ligados sus precios al del crudo. Frente a la subida del 127,22% experimentada por el crudo desde enero de 2016, el precio de venta al público de la gasolina de 95 octanos creció un 11,8% en el mismo período (de 1,10 a 1,24 euros por litros) y el del gasóleo lo ha hecho un 21,8% (de 0,93 a 1,13 euros por litros). Si se toma como referencia el mes de julio, donde el barril tocó mínimos anuales (44,82 dólares), el petróleo se ha apreciado un 41% mientras que la gasolina lo ha hecho un 5,2% y el gasóleo un 8,1%.
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