Tres encuestas entre economistas de Bloomberg, el Wall Street Journal y el New York Times, y realizadas entre el 29 de noviembre y el 4 de diciembre dicen, en un 99% (en total, 100 economistas entrevistados, entre ellos, varios Nobeles como Stiglitz, Spence, Krugman y el último laureado, Thaler) que la reforma fiscal aprobada por la Cámara de Representantes de EE UU y la más recientemente el día 1 en el Senado, ahora hay que fusionar ambas versiones para elevar al presidente una sola propuesta para que la firme antes de fin de año, apenas influirá en crecimiento y empleo.
Motivos hay, dicen los economistas (33% de derechas, 33% de centro, 33% de izquierdas): Larry Summers sostiene “que no hay evidencia empírica que avale la tesis conservadora según la cual la reforma fiscal generará más crecimiento económico y más empleo”. Stiglitz defiende que, en vez de riqueza para todos, la reforma fiscal disparará la desigualdad social, tesis que expone repetidamente desde la Gran Recesión de 2007-2009 y sobre la que ha publicado tres libros: en el último (noviembre, 2017; Globalization and Its Discontents Revisited: AntiGlobalization in the Era of Trump) apunta al presidente como causante principal del aumento de la desigualdad. Agradezco la mesura de Krugman, quien sostiene que “la reforma fiscal no aumentará el PIB porque ya crecemos al 3% y tampoco el empleo, puesto que hay pleno empleo”.
Hay consenso, por tanto, entre una inmensa mayoría de economistas encuestados en que la tesis republicana (reforma fiscal equivale a crecimiento del PIB y del empleo) no se sostiene. ¿Qué piensa la población general, 326 millones de americanos legales: los inmigrantes no existen? La Universidad de Quinnipiac (Connecticut) hizo un sondeo, también entre el 29 de noviembre y el 4 de diciembre, en la que destacan dos resultados: el 53% de “potenciales votantes” no creen que la reforma fiscal vaya a estimular crecimiento y empleo y el 69% opinan que “solo beneficiará a los más ricos”.
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