El BCE afronta hoy en su primera reunión del año la creciente ansiedad de los inversores por anticiparse al endurecimiento de su política monetaria. 2018 ha comenzado con una fuerte expectativa de que el Banco Central Europeo retirará sus estímulos antes de lo que se hubiera previsto en principio, una idea que caló tras la publicación de las actas de la reunión anterior. “El lenguaje referente a varias dimensiones de la posición de la política monetaria y la estrategia de preanuncios puede ser revisado pronto el próximo año”, señalaron las actas, publicadas el pasado 11 de enero.
Ese enunciado bastó para impulsar las rentabilidades de la deuda europea –en menor medida de la española–, que se han visto también contagiadas por el impulso que ha tomado la rentabilidad del bono estadounidense. La idea de que 2018 será el año de la retirada de estímulos –no solo del BCE sino del Banco de Japón–, y de renovadas subidas de tipos en Estados Unidos, ha provocado por tanto un movimiento de ventas en la renta fija, a pesar de que los inversores se basen hasta el momento únicamente en expectativas. De hecho, el propio Banco de Japón confirmó esta semana que mantendrá sin cambios su programa de compras de deuda.
Toda la presión de los inversores caerá hoy sobre Mario Draghi, del que se espera dé en rueda de prensa nuevas pistas del ritmo en que irá desmontando los estímulos con los que respondió a la crisis del euro. Sin embargo, la ansiedad de los inversores ante la futura retirada de estímulos choca también con el rally con que ha comenzado el año el euro, que puede ser motivo suficiente para que el BCE no se salga ni una coma del guion marcado en la última reunión.
La divisa europea se aprecia en lo que va de año el 3% frente al dólar, a niveles de finales de 2014, en los 1,23 dólares. Escala cerca del 17% desde principios de 2017, impulsada precisamente por esa expectativa de que el BCE comenzará en breve su repliegue monetario.
Pero la revalorización del euro juega en contra de la máxima aspiración del BCE, impulsar la inflación. Una divisa más fuerte dificulta las exportaciones y abarata las importaciones, en especial del petróleo, en un momento en que los precios no terminan de remontar. “Un euro fuerte, una tendencia de alza de precios más suave y el menor margen para nuevas sorpresas positivas en los indicadores económicos deberían llevar al BCE a adoptar una retórica más acomodaticia”, prevé Julius Baer.
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