Hablar de transformación digital en el mundo corporativo está de moda. Cada sector se afana en acuñar sus propios términos, generalmente anglicismos, para demostrar que está a la vanguardia en el uso de nuevas tecnologías. Moda que también triunfa entre los bufetes de abogados: desde iniciativas vinculadas al emprendimiento legaltech, hasta hackattones para desarrollar apps jurídicas, pasando por laboratorios de legal desing para diseñar nuevos servicios aprovechando, entre otras herramientas, el uso del big data.
Pero acometer una verdadera transformación digital en un despacho de abogados va mucho más allá de hablar de aplicaciones móviles, servicios en la nube o emplear programas de inteligencia artificial. Estos procesos requieren de una gran implicación por parte de todos los profesionales de la organización, ya que suponen un cambio cultural que se puede ver reflejado en un nuevo reparto y diseño del espacio físico de la oficina, o en la forma de relacionarse con los clientes e incluso de facturar los servicios.
Los beneficios prometidos son muchos: mayor eficiencia en los procesos, más eficacia en el servicio prestado, aumenta las posibilidades de conciliar de la plantilla y, sobre todo, garantiza la viabilidad del negocio en un entorno cada vez más competitivo y ajustado en costes. Sin embargo, los riesgos de no llevar a cabo correctamente esta transformación también son muchos, por lo que hay que tener especial cuidado en evitar los principales errores.
Esperar resultados inmediatos, olvidarse de lo que realmente quieren los clientes o no elegir a los socios adecuados para liderar el proyecto son algunos obstáculos a la hora de digitalizar una firma de abogados.
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