La economía europea registró el crecimiento más fuerte de la década en 2017, pero el invierno no le ha sentado bien: el primer trimestre de 2018 no ha sido bueno. la debilidad de una miríada de indicadores parece indicar que la recuperación se enfría.
Los riesgos globales van claramente al alza: en especial, las medidas proteccionistas aprobadas por la Casa Blanca, que pueden acabar en una guerra comercial que haría mucho daño a Europa y su despampanante superávit exportador. Si ese riesgo se materializa, Europa podría decir adiós al periodo de bonanza más prolongado desde que arrancó la Gran Crisis. De momento, prudencia: la eurozona crecerá el 2,3% este año y el 2% en 2018, las mismas cifras que había en las anteriores previsiones, de febrero.
Los datos cuentan historias, pero los números de las previsiones de primavera son menos interesantes que los nuevos riesgos que han aparecido en el contexto geoeconómico global. En el lenguaje imposible de los economistas, «los riesgos van a la baja»: hay más incertidumbre. En el caso de Europa, la salida de Reino Unido es el principal riesgo doméstico, junto con una decepcionante reforma de la eurozona, que muy probablemente no cumplirá las expectativas. Lo más preocupante, sin embargo, viene de fuera: los estímulos fiscales en Estados Unidos pueden provocar un endurecimiento de la política monetaria; ya se atisba un séptimo incremento de los tipos de interés.
El ciclo de políticas monetarias a ambos lados del Atlántico está completamente desacompasado: Draghi y los suyos mantienen aún el programa de compras de activos a todo tren, y los tipos de interés en negativo. Ese decoupling puede provocar convulsiones en los mercados: «la economía europea no sería inmune a abruptas correcciones en los mercados», dice el informe. Pero el aspecto más preocupante es la persistencia de Trump con las medidas proteccionistas: «Las tensiones comerciales es un riesgo negativo inequívoco (…) Una escalada sería muy dañina para el comercio global y la zona euro sería particularmente vulnerable», reconoce Bruselas, «en particular para las economías con grandes deudas públicas y privadas». España es una de ellas.
Más allá del PIB, la inflación no termina de aparecer: la Comisión cree que los precios seguirán en el entorno del 1,5% este año y el próximo, lejos del mandato («por debajo pero cerca del 2%») del BCE. La tasa de desempleo cae con fuerza: cerrará el año en el 8,4%, y en 2019 bajará hasta el 7,9%, pese a que la risa va por barrios: España duplica, poco más o menos, esos números. Los déficits públicos ya no son un problema en Europa: están apenas unas décimas por encima del cero (aunque España, una vez más, sale muy mal parada en esa comparación).
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