A la Comisión Europea le han bastado apenas tres días para confirmar lo que ya se temía: el desvío fiscal que suponen los presupuestos presentados por el Gobierno de Italia para 2019 «no tiene precedentes». Nunca, desde que Bruselas comenzó a velar por el cumplimiento de las normas de disciplina fiscal europeas, se había encontrado con un caso como este. Y así se lo ha hecho saber en una carta, un segundo aviso con el que le pide que corrija el tiro. Roma ya ha avanzado que se niega a cambiar sus números, pero se arriesga entonces a que la Comisión le tumbe sus presupuestos.
«El hecho de que el borrador presupuestario planea una expansión fiscal cercana al 1% del PIB, aunque se ha recomendado un ajuste fiscal, y el tamaño en sí del desvío (de alrededor del 1,5% del PIB) no tienen precedentes en la historia de Pacto de Estabilidad y Crecimiento», apunta la misiva. No solo eso, sino que en lugar de cumplir con el esfuerzo estructural del 0,6% que se le pedía, acumulará un deterioro estructural del 0,8%. Todo, con una deuda por encima del 130% del PIB que, con este presupuesto, no contribuirán a reducir.
En política, no todo es lo que se dice, sino que también importa mucho cómo se dice. Bruselas lo sabe, y ha hecho coincidir la publicación de la carta con el viaje del comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, a la capital italiana. La coreografía ha incluido una rueda de prensa conjunta entre Moscovici y Giuseppe Tria —un independiente convertido en ministro de Economía que es considerado por muchos como la única voz razonable en el Gobierno populista de La Liga y Cinco Estrellas—, con la que han podido hacer hincapié en que este primer aviso solo da pie al establecimiento de un «diálogo constructivo».
La convocatoria ha dado también a la Comisión la oportunidad de dedicar palabras amables a Italia, con las que recubrir el mensaje inequívoco a Matteo Salvini y Luigi di Maio: los presupuestos incumplen y tienen que ser enmendados. Moscovici ha puesto la venda antes de la más que previsible herida: «Italia es tratada igual que los otros países. No hay juegos políticos ni discriminación», ha señalado en Roma, replicando a las acusaciones de Di Maio y Salvini contra la UE.
Para reforzar esta idea, Bruselas va a enviar cartas a otros cuatro países, entre ellos España. Eso sí, espaciadas en el tiempo —en principio, saldrán este viernes—, para no dar a entender que las situaciones son similares. Un punto que, desde La Moncloa, se esfuerzan en recalcar, ya que consideran que, pese a que van a recibir un toque de atención en forma de sobre, la valoración de las cuentas por parte de la Comisión es, en general, positiva.
Italia sí preocupa, y mucho. Lo ha recordado Moscovici —no solo a Bruselas, sino también a varios países de la eurozona— y lo han recordado también los mercados, que ante las primeras informaciones apuntando que la carta iba a ser enviada a Roma, han comenzado a resentirse de nuevo. No solo por los números en sí —prevé un déficit público del 2,4% cuando se había comprometido a un 1,6%— sino principalmente por la actitud del Gobierno italiano, que supone un claro desafío a las normas europeas. De hecho, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha afirmado en Bruselas antes de reunirse con sus homólogos europeos que no «hay margen» para cambiar nada en las cuentas.
«Esperábamos observaciones críticas de la Unión Europea. Nos sentaremos alrededor de una mesa para explicar el borrador, pero estamos convencidos de lo que se ha hecho», ha expresado el primer ministro italiano. Tria también ha aludido al diálogo, pero es poco probable que este sea suficiente para resolver los problemas que plantea el presupuesto en relación con las normas europeas. Y, sobre todo, con el dudoso estado de las cuentas italianas.
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