El aún presidente del BCE Mario Draghi ha querido dejar un mensaje claro en su despedida de la institución: las últimas medidas extraordinarias adoptadas, no sin una aireada discrepancia interna, son necesarias y lo van a seguir siendo en el medio plazo. Y la forma de que los tipos de interés en la zona euro sean más altos va a depender a partir de ahora del impulso fiscal que activen los países con margen para gastar más, una cuestión que apunta directamente de Alemania. “Si alguien quiere ver tipos de interés más altos pronto, la política fiscal debería ser activa”, ha advertido.
Además, como recado para el futuro, ha insistido en la necesidad de completar la unión bancaria y del mercado de capitales y de construir una suerte de instrumento anticíclico para la zona euro, una especie de vehículo fiscal o de presupuesto común con el que poder afrontar futuras crisis. Después de todo, la capacidad de actuación del BCE ha llegado con Draghi casi hasta el límite: comenzó bajando los tipos de interés nada más llegar en noviembre de 2011 para a continuación afrontar una explosiva crisis de deuda soberana, con cuya gestión evitó la ruptura del euro, y más tarde el riesgo de deflación.
Ya en 2018, cuando parecía llegado el momento de comenzar a desmontar el entramado de medidas extraordinarias, se fue abriendo paso el riesgo de desaceleración, acelerado por la guerra comercial y factores geopolíticos como el Brexit, que ha dado lugar a un cambio de rumbo y una nueva ronda de estímulos. En herencia, quedan unos tipos de interés que están al cero desde marzo de 2016, una facilidad de depósito en el -0,5% y un balance de un tamaño sin precedentes por 4,68 billones de euros, de los que 2,6 billones corresponden a compras de deuda.
En su última rueda de prensa como presidente del BCE, Draghi ha hecho balance de su agitado mandato, del que será que ha asegurado ha sido una experiencia personal «intensa, profunda y fascinante». Y ha defendido que el principio que ha guiado en todo momento sus decisiones ha sido el cumplimiento del mandato de la institución, de mantener la inflación de la zona euro de forma estable a un nivel inferior, aunque próximo, al 2% en el medio plazo. El banquero italiano ha afirmado sentirse «como alguien que intenta cumplir con su mandato de la mejor manera posible» y ha asegurado estar orgulloso de haber perseguido de forma constante el cumplimiento de ese mandato, y de «no haberse rendido nunca».
“Desafortunadamente, todo lo que ha sucedido desde septiembre ha demostrado plenamente que la determinación del Consejo de Gobierno para actuar estaba justificada”, ha señalado Draghi, que ha añadido que «el principal riesgo desde todos los puntos de vista es el declive económico» y que los últimos datos económicos disponibles «indican un debilitamiento económico más prolongado de la economía de la zona del euro».
A pesar de la defensa de sus últimas medidas, el presidente del BCE se marcha sin fanfarrias. Ha finalizado sus días al frente de la institución envuelto en la polémica, después de que las discrepancias de algunos gobernadores centrales a algunos aspectos del paquete de estímulos aprobado en septiembre, en especial la reanudación de las compras de deuda, se hayan aireado con una virulencia sin precedentes.
«No es la primera vez, todo el mundo discute», ha señalado Draghi, que ha añadido que hay unanimidad en el comunicado emitido hoy tras la reunión del consejo de gobierno. En él, se confirma el largo horizonte de tipos bajos para la zona euro que ya se dibujó en septiembre, cuando cualquier subida quedó vinculada a una mejora sólida de las perspectivas de inflación hasta cerca del 2%.
El BCE también decidió en septiembre la reanudación de las compras mensuales a partir de noviembre por 20.000 millones de euros -por un tiempo indefinido, hasta poco antes de que se suban los tipos de interés-, la rebaja del tipo de la facilidad de depósito al -0,5%, la mejora en las nuevas líneas de financiación TLTRO III y un sistema para eximir de penalización a parte del exceso de liquidez de los bancos.
Esta última medida servirá para compensar a los bancos por los tipos negativos, que están minando la rentabilidad del sector financiero -pieza clave para la transmisión de la política monetaria- y cuyos efectos negativos son otra de las críticas que se hacen al presidente saliente del BCE. Para Draghi, «los tipos negativos son una experiencia muy positiva» y sus efectos beneficiosos sobre la economía compensan con creces los efectos adversos.
«No se puede cambiar el pasado», ha asegurado Draghi, sin entrar a valorar posibles errores durante su mandato. También ha negado que exista una burbuja en los activos financieros de la zona euro, después de que las multimillonarias compras de deuda hayan derrumbado la rentabilidad del conjunto de la renta fija. Solo ha reconocido algunas burbujas «locales, en segmentos como los bonos de alto rendimiento o high yield y no necesariamente en la zona euro.
Christine Lagarde, hasta hace unas semanas directora gerente del FMI, tomará el testigo de Draghi el próximo 1 de noviembre. A ella, que estuvo en la reunión de hoy del Consejo de Gobierno, aunque sin participar en las deliberaciones, le corresponderá avanzar en el camino señalado por Draghi de persuadir a gobiernos como el alemán para que gasten más y de zanjar las divisiones internas en el BCE. “Christine sabe mejor que nadie qué tiene que hacer”, ha afirmado Draghi, que no ha querido dar ninguna pista sobre su futuro tras dejar el BCE.
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