Las cifras de paro en Estados Unidos provocadas por el coronavirus no tienen procedentes y han puesto punto final a un periodo de bonanza que se ha prolongado durante más de diez año. El país registró 6,6 millones de peticiones de subsidio de desempleo la semana pasada, más del doble de los 3,1 millones que se esperaban. Sumadas a las 3,3 millones de los siete días anteriores, supone implica que casi 10 millones de personas se han apuntado al paro en apenas dos semanas.
Las cifras y la velocidad con la que está creciendo el desempleo son históricas. El anterior récord se registró en 1982, con 695.000 de desempleados. El cierre de la actividad económica para evitar la propagación de la pandemia ha obligado a cierres de negocios y a despidos masivos, y aboca a Estados Unidos a una profunda recesión. Los últimos cálculos de Goldman Sachs vaticinan un desplome de la riqueza del 34% en el segundo trimestre.
La situación del mercado laboral será más clara mañana, cuando se hagan públicos los datos de marzo. Y abril será aún peor. El Congreso de Estados Unidos ha aprobado un programa de ayudas de 2,2 billones de dólares que incluirá la entrega directa de dinero en efectivo a los ciudadanos para paliar los estragos de la crisis. Además, la Casa Blanca estudia un plan de infraestructuras de otros 2 billones para estimular el empleo.
Este esfuerzo sin precedentes no evitará un fuerte frenazo en la evolución de tejido empresarial. Se calcula que los beneficios de las grandes empresas estadounidenses caerán un 3,7% en el primer trimestre y un 9,6% entre abril y junio.
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