La crisis derivada de la pandemia del coronavirus está provocando la mayor recesión global desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado y, para casi todo el mundo, la zozobra actual sólo permite pensar en subsistir. Ni crecer, ni fusionarse. Al menos por ahora. Por eso, los fondos de capital y las compañías medianas y grandes acostumbradas a las operaciones corporativas han puesto el freno en lo que se refiere a la compraventa de empresas.
Hasta que no escampe la tormenta, hay que esperar: “Todo lo que estaba lanzado, permanecerá parado hasta que pase el tsunami y se vea como acaba todo”, asegura Ignacio Marull, socio director de PwC en Barcelona. En el sector se da por hecho que, al menos hasta el verano, no van a producirse compraventas de empresas. Y quizás más allá, está por ver. Hablar en esto momentos de salidas a bolsa forma parte de ciencia ficción.
El cambio es radical. La exuberancia de liquidez de los últimos años había llevado a las operaciones corporativas a encadenar récords tanto por número de transacciones como por su precio, con múltiplos sobre el beneficio bruto (ebitda) de entre ocho, diez y hasta doce veces, más altos que en los años anteriores al estallido de la burbuja, y un fuerte protagonismo de los fondos. Ahora, aunque en general persiste la liquidez de los potenciales compradores –muchos de ellos, esos mismos fondos con sus carteras llenas–, nadie se atreve a dar un paso. Bastante tienen con cuidar de sus sociedades participadas, atrapadas cada una en sus dinámicas: el desplome de las ventas, impagos, los problemas de suministro y las reducciones de la plantilla. O todo ello a la vez.
Y quien no esté en esta situación tampoco puede pensar en grande ahora mismo por el entorno del mercado de crédito. “Las grandes operaciones, que requieren un volumen de financiación bancaria muy elevado o que busquen recursos con otras fórmulas, son imposibles ahora porque esos recursos son demasiado caros”, explica Miguel Montero, socio de KPMG.
A diferencia de la crisis financiera del 2008, el 2009 y los años siguientes, la banca no ha desaparecido del mapa en esta ocasión. La actual no es, al menos por ahora, una crisis proveniente de la pésima calidad de los activos bancarios, ni se percibe una falta de confianza en el sistema por culpa de los excesos de unos y otros a la hora de asumir determinados riesgos, como ocurrió con la inversión en el sector inmobiliario. En lo que sí hay coincidencia es en la incertidumbre general y en que los bancos no están preocupados en generar nuevo negocio sino en salvar el que ya tienen. “Tenemos orden de arriba de no dedicar ni un minuto a las nuevas operaciones”, comenta el director de riesgos de uno de los principales bancos del Ibex.
La prioridad es levantar un muro de contención que evite la devastación, una quiebra masiva de empresas, la ruina total. Por eso, los bancos se centran en activar las líneas ICO y otras medidas para favorecer la liquidez de las empresas afectadas por el parón económico. Liquidez y reestructuraciones (ver información adjunta). Lo demás puede esperar.
Asumido el parón, la duda es, como apunta Javier Menor, socio director de Baker McKenzie en Barcelona, “cómo y cuándo salimos de esta situación”. Esa es la clave para la recuperación de las finanzas corporativas que, según todos los expertos en la materia, será radicalmente distinta en el futuro. Esto también cambiará.
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