La patronal mundial de la banca, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), ha alertado este martes de que la deuda global sufrirá una drástica escalada por la potente respuesta fiscal para tratar de congelar la economía mientras dure el confinamiento, apoyar a los colectivos más golpeados e impedir, en fin, un descalabro total. En su último monitor global de la deuda, que comprende tanto pasivos como privados, el organismo que representa a la flor y nata del sector financiero alerta de que la emisión de papel en todo el mundo se elevó en marzo hasta los 2,1 billones de dólares (1,925 billones de euros, un nuevo máximo histórico mensual), frente a la media mensual de 900.000 millones de los tres últimos años.
Este sustancial incremento responde, en gran medida, a las necesidades de financiación de los países para poder lanzar potentes programas de gasto para rebajar el impacto de la crisis económica ocasionada por el virus. “Con el distanciamiento social convertido en norma en la mayoría de economías maduras, se avecina una recesión mundial: una recesión que empezará con una deuda superior en 87 billones de dólares a la que había al inicio de la crisis financiera de 2008”, remarcan los técnicos del IIF. Según sus cálculos, más de ocho de cada 10 países tienen ahora una deuda relativa (respecto al tamaño de sus economías) más alta que antes de la crisis financiera de 2008 y seis naciones representativas del mundo desarrollado (Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Francia, Italia y España) han visto incrementada la deuda pública en 40 puntos porcentuales del PIB o más en ese periodo.
El coronavirus ha sido la puntilla, pero la deuda global agregada (Estados, empresas, sector financiero y hogares) ya dibujaba una trayectoria claramente alcista desde bastante antes. El mundo cerró 2019 con una montaña de pasivos de 255 billones de dólares, equivalente a 13 veces el PIB de EE UU y a más del triple que el peso total de la economía mundial. Esa cifra es, también, superior en más de 10 billones a la contabilizada a cierre de 2018. Casi la tercera parte de esos pasivos están contraídos por las empresas no financieras (74,2 billones de dólares, casi un tercio del total), mientras que los dos tercios restantes se reparten entre Gobiernos (70 billones), banca y otros entes financieros (63 billones) y hogares (48 billones). En este último epígrafe, la clasificación de deuda sobre PIB la lideran algunos de los países más ricos del mundo: Suiza, Dinamarca, Noruega, Canadá y los Países Bajos, en buena medida por el alto coste de la vivienda.
Aunque la mayor parte de la deuda viva en el mundo (más del 70%) sigue correspondiéndose a emisores en economías avanzadas, en los últimos años los emergentes no han dejado de ganar peso en la ecuación: la carga sobre PIB en los países en vías de desarrollo, China incluida, ha pasado del 147% del PIB en 2007, antes del mazazo de la Gran Recesión, al 220% actual. En el plano de deuda pública, los mayores incrementos en países de ingreso medio desde 2008 se registraron en Sudáfrica y tres economías de América del Sur —Chile, Brasil y Argentina—, mientras que India y Turquía lograron reducir “modestamente” su endeudamiento.
En plena crisis del coronavirus, el organismo con sede en Washington traza algunos cálculos rápidos: si los niveles de nuevas emisiones se duplicasen con respecto a 2019 —algo plausible a la luz del ritmo de emisiones en un marzo muy movido en los mercados mundiales de deuda— y la economía se contrae un 3% este año —quizá algo excesivo, dado que el impacto se concentrará en Europa y en EE UU, pero tampoco descabellado—, la ratio de deuda sobre el PIB se elevaría en 20 puntos porcentuales, hasta superar el 340%.
Todo, coincidiendo con una segunda mitad de 2020 marcado por un elevado volumen de vencimientos de deuda: 20 billones de dólares. La situación es especialmente acuciante en el caso de las obligaciones contraídas en moneda extranjera por parte de Gobiernos y empresas de países emergentes: según los cálculos del Instituto, 730.000 millones de dólares tendrán que ser refinanciados, en su mayoría denominados en el billete verde. “Eso ayuda a explicar los llamamientos a un alivio de esa deuda”, subraya la patronal bancaria en referencia a la petición del FMI y del Banco Mundial a los acreedores para que alivien la carga financiera a la que están sometidos estos países.
El IIF, no obstante, apostilla que sus estimaciones de aumento de la deuda y de caída del PIB siendo preliminares y “dependen de cómo se contenga y trate el virus, cómo de bien pueda apoyar la respuesta fiscal a los segmentos más vulnerables de la economía, en especial las pymes y los hogares de bajos ingresos”. De cómo ambos grupos respondan al arsenal de medidas de política económica puestas en marcha por Gobiernos y bancos centrales —»y a los cambios de comportamiento que [la crisis] pueda traer consigo», apuntan los economistas de la patronal bancaria mundial— dependerán también, en gran medida, las perspectivas de recuperación de la economía a medio plazo. Y para reducir al máximo el daño sobre el tejido productivo, los bazucas monetarios y, sobre todo, fiscales, son la única salida posible. Aunque el reverso de la moneda sean mayores obligaciones futuras.
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