El presidente francés, Emmanuel Macron, ha logrado alzarse con la mayoría absoluta en la segunda ronda de las elecciones legislativas al obtener 334 escaños, claramente por encima de los 289 necesarios para tener el control parlamentario.
Las primeras proyecciones ya apuntaban a una aplastante mayoría, aunque algo por debajo de los 400 escaños previstos inicialmente. Con el 97% escrutado, La República en Marcha de Macron y el Movimiento Democrático de François Bayrou suman 334 escaños, una holgada superioridad parlamentaria al gobierno del presidente.
En la cita de este domingo, los socialistas se han desplomado, según los sondeos, desde los 280 escaños de François Hollande en 2012 a 42 escaños. Los conservadores (Les Republicains) pasarían de 194 a 127. Y el Frente Nacional de Marine Le Pen, de dos escaños a ocho por lo que seguiría sin poder formar grupo parlamentario. Sí podría la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon con 16 escaños, por encima de los 15 necesarios.
En poco más de un año, Macron ha pasado de fundar un movimiento político en la brecha de los dos grandes partidos (conservadores y socialistas) a convertirse en un presidente con plenos poderes y en el líder más fuerte electoralmente de la Unión Europea.
El éxito de Macron solo se ha visto empañado por la creciente apatía del electorado, que ha batido récords de abstención. En la primera vuelta (11 de junio) solo votó el 48,7%, una cota históricamente muy baja. Pero en la segunda vuelta de hoy, la participación ha caído aún más, hasta el 44%, 11 puntos menos que en la misma vuelta de 2012. Hace 20 años, la segunda vuelta de las legislativas de 2007 se cerraba con una participación de 71%, lo que da idea de la estampida de votantes registrada este domingo.
La fuerza del movimiento creado por Macron hace solo un año y la desmovilización del electorado del resto de grupos apunta a una configuración inédita de la Asamblea Nacional, en la que el grupo La República en Marcha del presidente apenas tendrá oposición ni a derecha a ni a izquierda.
El nuevo Gobierno, dirigido por el ex conservador Édouard Philippe, dispondrá de amplio margen parlamentario para aprobar sus reformas más polémicas, como la flexibilización del mercado laboral, el endurecimiento de las condiciones de acceso al seguro de desempleo o el ajuste de las pensiones. Pero podría encontrarse con una gran contestación en la calle, sobre todo, si La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon logra movilizar sus siete millones de votos de la primera vuelta de las presidenciales.
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